Prólogo

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Los largos y ondulados cabellos dorados, casi plateados, se mecían al viento, mientras la joven chica sonreía mirando al pequeño niño de no más de 5 años.

- El tiempo pasa más lento sin él...

- Pienso lo mismo. ¿Cuantos años faltan? - Dijo la otra joven mujer mientras miraba a su hermana sonriente, debería estar vigilando a su niño pero por 5 minutos no iba a pasar nada ¿No?.

- Solo 11 años. - Sonríe la rubia girándose hacia la albina.

- Entonces nos vemos en 11 años hermana. - Está le devolvió su sonrisa y volvió a montar en su alfombra de color veis con algunos hilos blancos colgando para la decoración, yéndose de ahí tan rápido como llegó.

- Hasta luego... - Con una última vista al pequeño niño de cabellos morados que jugaba con su padre, desapareció, dejando un rastro de rukh puro y brillante como el mismísimo sol.

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Sinbad había conseguido ser el primer conquistador de mazmorras de su época, o eso pensaba hasta que vio como Drakon se oponía a esto. Pero no perdió la esperanza, pensando en sus padres, su destino, venció al peliverde dejándolo en el suelo y miro al genio.

- Mi joven amo, debo pedirle otra cosa antes de que su aventura empiece. - Dijo el de pieles azules.

- ¿De que se trata? - Pregunto el marino curioso, pensando ,algo cansado ya, que tenía que luchar contra alguien más.

- Cuidela por favor. - Baal abrió uno de sus puños y con cuidado dejó caer en los brazos de Sinbad una hermosa chica de rubios cabellos, no tenía más de la edad del pelimorado o eso aparentaba.

El marino observó a la chica, era como si la hubiera visto en algún lugar, pero también estaba seguro de que era la primera vez que la veía. Miro sus ropas por si tenían alguna pista de al mentos de donde provenía, pero fue grande su sorpresa a ver qué parecía estar envuelta en la más fina y suave seda blanca, al enterarse de esto se sonrojo, ¿y como no?, no todos los días cargas como si fuera una princesa a una chica hermosa y solo cubierta por unas sábanas blancas.

- ¿Quien es? - Pregunto él aún con su vista fija en ella, colocando mejor un mechón de su sedoso y ondulado pelo.

- No estoy autorizado a decírselo, pero ella lo sabe.

Lo último que el pelimorado vio fue una sonrisa burlona proviniente de Baal cuando ya estaba fuera.

Obviamente se negó a todo lo que decían los soldados, cuando ya había caído uno de los rayos de Baal el mago viajero decidió llevarlo volando a casa, a él, los tesoros y a la chica.

Al llegar acomodo mejor a la chica mientras miraba felizmente su aldea, cuando estaba apunto de dar el primer paso para ir con su madre la amable vecina que conocía desde hace mucho le contó lo sucedido.

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Abrazo con fuerza el cuerpo de la aún chica inconsciente, soltaba algunas lágrimas silenciosas pero después de pocos minutos comenzaron a parar, sabía que su madre no querría que llorará por ella y de algún modo estar cerca de aquella rubia lo calmaba.

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Llevo el pequeño bote hacia el mar comenzando a navegar, miro a la chica (ya vestida, gracias a los tesoros que consiguió en la mazmorra y a la amable vecina que la vistió) y luego tiró a la mujer de cabello rosa al agua, riéndose y diciéndole algunas palabras. De repente paro de reír y giro la cabeza, sus ojos llenos de curiosidad se abrieron cuando vieron a los cálidos ojos de la señorita que llevaba durmiendo quien sabe cuánto tiempo.

- Despertaste.

- No, sigo dormida ¿a caso no lo ves? - La joven dio una pequeña risa tapándose la boca con su pálida mano.

- ¿Quien eres? - Pregunto Sibad con la curiosidad de un niño.

- Soy Darice. - La rubia sonrió, en sus ojos se podía notar una gran nostalgia y felicidad. - También soy tu aliada y amiga.

El pelimorado sonrió y miro a la chica, aún le quedaba mucho que descubrir sobre ella, aún que ella ya lo sabía todo de él, aún así decido no decir nada y hacerse la tonta para preguntar y responde al pelimorado, teniendo así una agradable conversación, como si fueran amigos de toda la vida.


Sweet lemon - Sinbad y túDonde viven las historias. Descúbrelo ahora