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Los hombres se paraban en la tienda, para ver a aquella doncella de rubios cabellos que llevaba las cosas de un lado para otro.

También pasaba lo mismo con Sinbad, él atraía a las mujeres, pero en menor escala; aunque a veces se quedaba viendo a la rubia cuando un chico se le acercaba demasiado y está parecía no darse cuenta.

En una ocasión incluso se acercó a ella y revolvió su cabello con cariño, dándole una sonrisa y preguntándole si se encontraba bien; la chica tomo sus manos y entrelazó sus dedos, inclinándose un poco hacia él sonriendo, diciéndole que si. Sinbad le sonrió de vuelta, mirando como aquel chico que le molestaba se iba insultando lo en susurros.

 Sinbad le sonrió de vuelta, mirando como aquel chico que le molestaba se iba insultando lo en susurros

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(Así fue la pose)

- Son tal para cual. - Dijo Jafar rascándose la mejilla y mirándolos.

En ese instante unos soldados se acercaron, explicando que no podían vender ahí sin los respectivos permisos.

El ánimo decayó un poco, pero justo entonces un hombre encapuchado se acercó, ofreciendo comprar toda su mercancía.

- ¿Sin, no te parece algo sospechoso? - Pregunto la diosa tirando levemente de la camiseta, llamando su atención.

- Tranquila. - Le sonrió con cariño. - Confía un poco más, además ¿Qué puede salir mal?

Dari sonrió de vuelta y asintió. Accedieron a la propuesta y llevaron una gran cantidad de dinero.

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Todos se fueron a celebrar, caminaban por la ciudad emocionados y muy contentos por todo el dinero ganado.

De repente Sinbad tembló un poco, ya que era una noche fresca y el llevaba ropa muy calurosa.

- ¿Tienes frío Sin? - La chica que estaba todo el rato atenta a él, pero de una forma discreta, tomo su mano. Sinbad ya sabía que la rubia le gustaba acercarse a él, dejar algún que otro beso en su mejilla o gente y agarrarle la mano entrelazando sus dedos, también estaba acostumbrado a sus sonrisas y miradas llenas de cariño y amor que tenía solo para él. Pero eso no le desagradaba, todo lo contrario, le encantaba que lo hiciera y no sabía porque.

- Un poco. - Sinbad volvió a revolver su cabello con la mano sobrante.

De repente una especie de bufanda se poco en sus hombros, envolviéndolo y dandole calor.

- ¿Cómo has hecho eso? - Pregunto mirando la bufanda.

- Bueno, una diosa debe controlar la magia lo mejor que se pueda.

- ¿Haces magia? ¡Eso es increíble! - Sinbad gritó llamando la atención de los demás.

- Una maga nos ayudará mucho en nuestra aventura. - Comento Hinahoho.

- Me hace tan feliz ser de ayuda. - Darice les sonrió a todos con sinceridad e inocencia, algo que enterneció sus corazones, hasta que llegaron a una tienda.

- E-esas son nuestras cosas. - Tartamudeo Jafar algo deprimido.

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Se despidieron de los demás con mejor ánimo, Darice y Sinbad se habían quedado para solucionar los problemas y poder comerciar.

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- Sin, se te caerá la moneda si sigues así. - Los dos jóvenes caminaban de la mano por las calles del reino, por una parte para no perderse entre tanta gente y por otra parte a la diosa gustaba hacerlo, aunque al marino también.

- No te preocupes linda. - Ya de paso Sinbad intento coquetear, de todas formas no podía negar de que la rubia era muy guapa. - No sé caerá, aunque quizá necesitemos más dinero.

- Bueno, quizá sí vamos a los barrios bajos halla una posada barata.

- Está muy cerca del barrio rojo, sería peligroso para ti.

- Pero estoy contigo. - La chica sonrió aún más. - Se que tú me protegerás, siempre lo haces. Además, yo también soy fuerte Sin.

- Lo sé, pero no puedo evitar preocuparme. - El chico se paró girando para quedar en frente de Darice, depositando un beso en su frente. - Gracias por confiar en mí.

- Siempre confiaré en ti Sinbad. -

Y así siguieron andando hasta que se calló la moneda.

La pequeña diosa reprimió su "te lo dije" y vio como la moneda era recogida por el mismo hombre que había comprado todos los artículos de su tienda anteriormente. Darice se acercó más a Sinbad pero sonriéndole al hombre.

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Sinbad había congelado la bebida de aquel hombre, quien se sorprendió bastante, pero no lo hizo notar tanto.

La linda diosa solo analizaba la situación y sonreía, mirando a Sinbad de vez en cuando, disfrutando del momento.

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El joven sonrió feliz cuando el hombre se había ido, contento por su negociación. Él lo celebro con su diosa, bebiendo aún siendo menores, pero no sé embriagaron.

Ya era tarde así que los dos decidieron ir a la habitación pagada por el señor, quedaron un poco sorprendidos al ver que solo había una cama matrimonial.

- Dormiré en el suelo, no te preocupes.

- No hace falta, duerme conmigo, no pasa nada Sin. - La chica sonrió con cariño.

- Está bien linda. - El chico suspiro.

- ¿Qué sucede? - Pregunto la pequeña curiosa.

- ¿Cómo conseguiremos tanto dinero? - Los dos pensaron en ello hasta que la dio

Sweet lemon - Sinbad y túDonde viven las historias. Descúbrelo ahora