Con Los Ojos Del Corazón

Capítulo 4.- Isabella

Capítulo 4.- Isabella

Edward POV

Cuando tenía como 12 años, mis padres nos llevaron de vacaciones a Alice y a mí. Recuerdo que fuimos a esquiar a una montaña ubicada en algún lugar de Alaska, no sé exactamente dónde. 

Mis padres estaban un poco preocupados por mí, debido a mi comportamiento. 
Era raro que un niño de esa edad fuera tan introvertido, poco sociable y temeroso, pero con una inteligencia poco usual. 

Habíamos reservado una cabaña justo a las afueras de un hermoso bosque. Todo estaba cubierto por una espesa capa de nieve. Las copas de los árboles, los techos de las cabañas, grandes rocas de formas irregulares e incluso un viejo y oxidado trineo que se encontraba cerca de nuestra cabaña. El paisaje era bellísimo. Jamás había visto algo semejante.

El primer día, mi papá y yo, nos encaminamos en una especie de excursión. Íbamos caminando y yo iba en silencio, sólo observando el paisaje, mientras mi padre me iba diciendo los nombres de cada especie de árbol que pasábamos, así como de las plantas y frutos que eran comestibles. 

En realidad, admiro mucho a mi padre, no sólo porque es una persona muy inteligente y siempre tiene una gran sonrisa en su pálida cara, sino porque siempre tiene una palabra de aliento para mí cuando la necesito. Considero que me parezco a él en muchos aspectos, excepto en el buen sentido del humor, que sin duda, es característico de él.

Caminamos durante un buen rato sin rumbo fijo, hasta que al pasar una especie de pared de árboles, ahí estaba. 

Un inmenso lago totalmente congelado. 

Se encontraba rodeado de pinos y otras especies de árboles que crecen en esos climas extremos. Los arboles formaban un circulo casi perfecto alrededor de aquel hermoso lago. La vista era increíble desde nuestra posición. 

Instintivamente di un paso hacia esa maravilla natural, y de pronto sentí los brazos de mi padre, que me impedían avanzar más.

-Ten cuidado, hijo – me advirtió – Antes tenemos que comprobar que la capa de hielo es lo suficientemente gruesa como para soportar nuestro peso. – me explicó sabiamente

Me dejo ahí parado y me indicó que no me moviera de mi sitio, se alejó unos cuantos metros, y hasta ese entonces, no me había dado cuenta que traía consigo una pequeña mochila de excursionista. Sin duda alguna, la belleza del paisaje natural me había hipnotizado. 

Sacó de ella una cuerda, de aspecto bastante resistente. La amarró a su cintura e hizo un nudo, después miro alrededor, en busca de algo a lo que amarrar el otro extremo de la cuerda. 

Cerca del lago, a unos 3 metros de distancia, se encontraba un gran y grueso pino, que al parecer, por su altura, debía llevar miles de años en ese lugar.

Carlisle, mi padre, amarró el extremo de la cuerda al viejo pino y se aseguró de que el nudo fuera resistente. Después de hacerlo, regreso nuevamente al lago y con rostro serio, al parecer estaba evaluando el grosor del hielo que cubría el lago, colocó un pie en la congelada capa y lo presionó fuertemente contra ella. 
Al notar que no se había hecho ningún tipo de grieta, con más confianza, colocó el otro pie, y ahora estaba con ambos pies parado sobre el lago. 

Camino lentamente al principio, solo por si acaso, y una vez que se aseguró de que el hielo era seguro, después de varios minutos de evaluarlo, volteó con una gran sonrisa y me indicó con la cabeza que me acercara hasta donde él se encontraba.

Una vez ahí, me tomó de la mano, para después caminar juntos sobre el lago congelado. El seguía amarrado a la cuerda, y con ambos brazos me sostenía fuertemente.