El andar de aquella familia parecía incierto, empezaron a mostrarse agotados, hambrientos a cada paso perdían la ilusión de seguir.
Habían entrado a territorios desolados cubiertos de neblina, el miedo se apoderaba minuto a minuto de Eneas, quien no soltaba el regazo de su madre Marianela.
La pequeña Rita miraba el camino incierto a través de la cabeza de su padre, quien la cargaba en sus hombros, mientras observaba aquel camino trazado que se mantenía revelado mientras sujetaba aquel libro con sus manos.
Mientras que los sutiles graznidos del cuervo trataban de guiarlos aquella marca.
Antonia se mostraba positiva ante dicha situación, pero en ocasiones no podía evitar dudar.
Y cuando la duda se mezcló con el miedo fue cuando llegaron al primer atajó.
Era todo aún confuso para ellos, ni los graznidos lograron hacer que siguieran sus pasos, atravesando aquella marca.
Solo veían niebla en todo su alrededor.
De pronto un arrullo de ventisca disperso aquella neblina.
Observaron cientos de majestuosos e imperantes pinos aragonianos, quienes les dieron la bienvenida al bosque de los caídos.
Habiéndose un sendero de la nada, rodeado de flores púrpuras, algunas de ellas brotando de la tierra.
Mientras, otros pétalos caían de majestuosas jacarandás, que se ocultaban entre los aragonianos pilares verdes.
Aquel libro se incendió sorpresivamente en las manos de Cesar, fulminando cada posible capítulo que pudiera albergar, dejándolo caer al suelo, perdiéndose entre la escasa neblina que se colaba entres sus pies.
No hubo manera de salvar aquel mapa que los terminaría de guiar al interior del bosque de los caídos.
Marianela miró detrás, esperando encontrar la forma de retroceder, pero aquella neblina estaba a unos pasos de ellos.
Tenía que admitir que era alentador aquellos rayos de sol que se colaban entre los árboles y pétalos de jacarandás al caer.
Eneas se maravilló de observar tanta belleza, ahora su miedo era el retroceder.
Antonia fue la primera en dar aquel alentador paso, después de los continuos graznidos que los alentaba a seguir.
—! Que esperan, sigamos¡— alentó Antonia al llenar sus pulmones de aquel aroma de brisa de mar y tierra mojada.
Cesar estaba confundió, no lograba entender por qué se había incendiado aquel libro, pero no mostró su miedo.
—¡Estás preparada princesa! —anunció con euforia a Rita, quien aún se encontraba en sus hombros.
Rita se mostraba impaciente por atravesar al sendero del bosque.
Cesar aquella reacción la tomó como acierto.
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The Hause Dogo
FantasyUna mansion que revelará sus antiguos secretos mágicos levantandose entre las ruinas al llegar una sucesora digna de volver a reinar aquel mundo. Obra pre-registrada ante las leyes mexicanas (INDAUTOR)