KARMALAND (Auronbowl)

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Olor a plástico, remedios y desinfectante, era el hospital. Gracias a que Karmaland era bastante pequeña, no era muy común la aglomeración por los pasillos de los hospitales, solo unas cuantas visitas o tratamientos contados con los dedos de las manos, pero desde hace unos días los héroes pasaban sus noches y días en el edificio.

Todos los del personal de blanco conocían a los héroes y los admiraban, por ello están siempre muy pendientes de la habitación Nº 38, con el paciente Auron. Era una lástima que no pudiesen ayudar al héroe, solo podían proporcionarle cuidados básicos para que se mantenga lo mejor posible, era tanto la lástima por el personal que habían enfermeros y enfermeras fuera del cuarto casi todo el tiempo, por si era necesario sus servicios.

—Luzu, tú descansa. Yo cuidaré a Auron...

—No... ¿Y si despierta? Debo quedarme despierto también.

Ya que no podían confiar en dejar a Auron solo, los chicos se turnaban para vigilarlo. El último y eterno turno fue de Luzu, quien desde que fue asignado no ha dormido por el bien de su amado; el único que lo veía con aflicción era Rubius, otro que se quedó a cuidar de Auron. Mangel no se encontraba allí debido a que fue a hablar con su buen amigo, se reunió con él buscando calmarle y hacerle entrar en razón. También faltaban otros tres héroes, pero ellos tenían otros asuntos entre manos.

El cura ya no podía observar a un amigo suyo de esa forma, tan cansado pero desesperado por el abrir de los ojos de Auron, aún si él también se sentía igual.
Hace tan solo unos cuantos días atrás, era posible reírse sin preocupaciones, explotar los huertos de los demás y recibir unos bombazos en respuesta, tantas cosas que aunque no fueron cosa de años atrás, se sienten como recuerdos muy lejanos; igual que una memoria de infancia.

—Héroe Luzu, es malo no dormir... Le pedimos que descanse por un momento, el héroe Rubius estará vigilando al Sr. Auron—pidió un enfermero, tratando de esconder con mucha determinación su expresión triste.

Luzu no quería, era muy claro el porqué, pero también era muy claro que el enfermero y su amigo tenían razón. Alejar su manos fue el martirio más pesado, pero no el más terrible, que había sufrido; porque él no quería alejarse, temía que se desvanecería si tan solo dejaba de mirarlo por un segundo.

La habitación ahora alojaba solo a dos personas, a Rubius y Auron, pero aunque ellos siempre que estaban juntos hacían ruidos por doquier, ahora solo había silencio. El de máscara se sentó cercano a la camilla, sus dedos acariciaban el rostro que le manchaba pero no le importaba, la miel era en cierta forma fría, y eso solo le asustaba más; no despegaba su mirada de la máquina que determinaba sus latidos, temiendo por quien estaba en cama.

—Auron... Cómo me arrepiento de haberte dejado aquella vez, ojalá te hubiese acompañado... ¿Cómo iba a saber yo que esto iba a suceder? Mierda...

"Ya me voy, calvo tóxico" Dijiste, abriendo los brazos para darme un abrazo de despedida, aunque solo ibas a tu casa.

"¿Eh? Qué aburrido, eres un boomer de lo temprano que vas a dormir" Dije al notar lo temprano que Auron iba a dormir, siempre puntual.

"Prefiero dormir bien en lugar de pasarme la madrugada cometiendo ilegalidades" Respondiste, sonriéndome victorioso y yo acallado con solo una oración, eres verdaderamente increíble.

Tenía una fea sensación, verte alejarte me molestaba, quería tomar tu mano para detenerte, pero aquella vez no quería molestarte, de verdad me estaba esforzando en mejorar nuestra "tóxica" relación.

"¡Hablamos mañana, gorrino!" Fue tu despedida, me hiciste reír a carcajadas.

Pero no volvimos a hablar al día siguiente, ni al siguiente, ni el que le siguió... Algo andaba mal, pero me acobardé y lo dejé suceder, temiendo a apresurar mis métodos; quería ser paciente para recibir tu perdón.