Las intenciones ocultas

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–¿Será el lugar correcto?– el aura que rodeaba esa casa no le gustaba, era más aterrador que ver a Aoko enojada e incluso a su madre, que ya era raro.

–Tu tienes la dirección, no me preguntes– era extraño verlo agitado, pero oportunidades así eran pocas.

–Bien, los hombres primero– se colocó detrás de él, una cosa es enfrentarse al peligro sabiendo los riesgos, otra era ir a la boca del lobo sin saber nada.

Las manos temblorosas en su espalda le dieron a entender que no lo soltaría, no pudo más que bufar ante la graciosa situación.

Camino dentro de lo que parecía una mansión, a pesar de verse más pequeña por fuera, tocó tres veces la puerta esperando que la abrieran, lo que no pensó es que está se abriría sola.

–Pueden pasar– una voz femenina se abrió paso a través de la oscuridad, dejando mal cuerpo en los invitados de afuera.

–.........Avanza, no nos quedaremos aquí todo el día– empujó desde atrás, sacándolo del letargo por saber de dónde venía aquella voz.

Salió un hombre encorvado y de aspecto dudoso a recibirlos al entrar, el sonido del portazo provocó un grito en la "chica" por la sorpresa logrando que su agarre se reforzará.

Una risa resonó en la sala, dejándolos con la piel de gallina.

–Por aquí, por favor– el hombre mayor los guío hasta lo que parecía ser la sala de estar, encontrándose con una mujer bastante joven tomando una taza de lo que parecía ser té.

–Puedes dejarnos solos, retirate– se inclinó en señal de respeto hacia ella para seguidamente abandonar la habitación.

Señalo con su mano que podían sentarse en los sofás delante de ella, cruzando sus piernas y dejando su bebida caliente en la mesa de centro, miro a los dos y procedió a hablar.

–¿Algo que quieran decirme?– se recostó en el respaldo de su sillón, cruzando también sus brazos en su pecho.

Los involucrados se vieron, el único que sabía que pasaba era Kuroba por lo que fue el primero en pedir palabra.

–Akako, ¿porque nos uniste? Sé que puedes verlo– mostró su mano atada al detective del este.

–Vaya, debe haber un error. No fue a ti a quien le di ese anillo Nakamori-san, ¿podrías explicarme qué haces con ese cordel?– su mirada mostraba desafío, si quería saber cómo salir de ese altercado tenía que revelar su identidad.

–......Ese idiota me dió el anillo, no le gusto y me lo regaló sin decir nada– probó suerte mintiendo con su Poker Face, sabía que estaba tentando demasiado, pero esperaba que entendiera que no podía hablar sobre eso.

–Qué raro, supuestamente yo puse un hechizo para que no se lo quitara– apoyo su mentón en su mano, sacándole en cara que no caería en las obvias trampas de su historia –Te dije que nos encontraríamos al final del día, Kaitou Kid

En ese instante sonó el reloj del hogar, indicando la media noche, momento justo que indico la joven en la clase, ninguno quiso decir algo, estaban ocupados viendo quien se rendía primero en su pelea de miradas.

–Kid, ya sabe que eres tú, deja de fingir– tiro de su hombro, sabiendo que era innecesario seguir de esa manera.

No podía discutir sus palabras, pero odiaba tener que admitir lo que estuvo negando todo el tiempo, lo estaba poniendo en aprietos muy serios sin darse cuenta.. Viendo la indecisión de su víctima, quiso darle un empujón para terminar el sin sentido que crearon desde el principio.

Unidos por la BrujaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora