Hate and Resentment

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El odio, el rencor, la tristeza y la culpa fueron la gota que colmó el vaso. Luego de un incendio una familia quedo destruida, las abrazadoras y enfurecidas llamas carcomieron todo lo que quedaba a su paso, la peste negra no fue de gran ayuda en esos momentos, la gente corría y gritaba desesperada al igual que la servidumbre, el pequeño se había quedado atorado en su armario hecho bolita por el terror con el fuego tocando a su puerta, la madre estaba pereciendo ante la enfermedad y con lágrimas en los ojos fue incapaz de hacer cualquier otra acción más que dejar que el fuego la consumiera, el padre corrió con desesperación a la habitación del pequeño, todo era un caos, la mayoría de la servidumbre había huido y los demás habían muerto, el padre desesperado y angustiado dejo a su amada esposa para tratar de salvar lo último que había recibido de ella, tomo al niño en brazos, corrió por los pasillos en busca de una salida rápida, bajo las escaleras, cayo con todo el niño en brazos, pego un grito al cielo, las llamas estaban consumiendo la casona y su pelvis estaba rota impidiéndole seguir. Su fiel sirviente de confianza tomo al niño en brazos el cual estaba llorando y pegando a gritos el nombre de su padre, con todo el dolor de su corazón se despidió de su hijo con un movimiento de mano y una sonrisa, bajo la cabeza y dejo que el techo cayera sobre si, acabando con su existencia.

Años más tarde la casa fue reconstruida pero aun con el aura de muerte presente, ningún ciudadano volvió a acercarse a la casona debido a la superstición de que habían una maldición que afectaba a cualquier persona que trabajase ahí, el niño creció solamente con la compañía del anciano sirviente que lo apoyo desde la muerte de sus padres, año tras año la casa perdía su color, perdía la luz, las ventanas fueron tapadas por grandes cortinas oscuras que impidieron la luz del sol, el anciano falleció tan solo unos días después del cumpleaños número veintitrés del joven, no solamente había sido marcado con un dolor irreparable en el corazón sino que también su dolor se podía ver reflejado en la gran cicatriz que cubría gran parte de su rostro, el asco y la repulsión hacia su persona al igual que la soledad, solo le hicieron encerrarse en su casona para después ensombrecer su corazón, no salía de su casa y solo tocaba el piano de manera nostálgica, todos sus recuerdos felices lo hacían enfurecer y caer más en el los brazos de la depresión tormentosa, su muerte siempre fue interrumpido por el anciano amable que le hacía ver las cosas bellas de la vida y lo mejor de ella a pesar de lo dolorosa que puede llegar a ser, le enseño de poesía, artes plásticas y la música. Ahora el querido señor Ahn ya no estaba en su vida, ya no le hacía dar carcajadas, su sonrisa ya no lo iluminaba ni tampoco lo hacía sentirse mejor consigo mismo a pesar de deformación cutánea, ahora solo había dolor y repulsión. Los días cada vez se hicieron más sombríos y su poca felicidad se acabó, cada vez que tocaba el piano lloraba intensamente, sus lágrimas tibias caían sobre las teclas de marfil que se habían amarilleado por los años y por no tener el debido cuidado.

Un día frio de invierno se levantó sobre él, a pesar de que el día estaba nublado y había probabilidad de precipitación el día tenía una iluminación preciosa, haciendo que la luz entrara a su habitación, aquel rayo de luz y esperanza solo lo hizo enfurecer más, salto de su cama con rapidez y con furia de un lobo arranco las ventanas, casi desgarrándolas; Un sobresalto y un temor lo hizo saltar cayendo estrepitosamente sobre su espalda golpeando su cabeza, se colocó en posición fetal debido al dolor, sobo su nuca con cuidado y poco a poco se dirigió a la ventana desnuda.

Una espalda masculina era cubierta del frio por una capa de color vino, una cabellera negra brillaba debido a la luz fría y matutina, enfrente de aquella sombra habían flores azules, eran las flores de su madre, era lo único que le pedía que cuidase al anciano, la casa no le importaba ya, solo eran las flores de su madre. Su sangre hervía por su torrente sanguíneo haciendo que su cara se enrojeciere, un malnacido y un irrespetuoso, eso es lo que era, corrió lo más rápido que pudo hacia el primer piso donde tenía una vista directa hacia el jardín, el pelinegro no se pudo dar cuenta de su presencia, y el moreno con una aura asesina entreabrió la cortina para ver el rostro del delincuente que osa irrumpir en los objetos más preciados de su madre.

Se quedó atónito, no hubo nada más que consternación y preocupación, aquel tipo de pelo negro azabache tenía una gran sonrisa en el rostro lo que hizo que a Namjoon se le erizaran los vellos de la nuca, aquel tipo tenía una sonrisa preciosa y sus ojos parecían dos luceros entre aquellos muros de flores, su sonrisa era delineada por unos labios abultados y rojillos al extremo por el frio, su tez era de un tono neutro en la cual se realzaba el rubor de sus mejillas, sus manos tocaron las flores, sus huellas dactilares apenas y rosaron los pétalos, el pelinegro musito algo que fue inaudible para el joven atónito que se encontraba espiando. Con su diestra tomo el tallo de una de las flores y la corto con la izquierda, así siguió con una gran cantidad de flores mientras Namjoon miro con detenimiento cada uno de sus movimientos, la mirada del chico de labios rojos se distrajo en el suelo buscando algo hasta que lo encontró, rego las flores y acomodo la tierra de estas, con su canasta repleta de flores se dirigió hacia la entrada de aquella casona no sin antes agradecer y dar una risita a las flores que ahí estaban.

Tocó el piano con ferocidad, se encontraba en un dilema, se sentía enojado y sumamente furioso consigo mismo por no haber actuado para evitar que cortara las flores de su madre y por otro lado, la delicadeza con la que toco las flores y la inocencia que tuvo al despedirse le lleno el corazón, nunca había visto a alguien así, las nostálgicas notas en el piano habían cambiado por otras llenas de una armonía extraña que desconocía por completo, estuvo pensando para sí de el por qué necesitaría de esas flores, cuál era su nombre o de donde venía, pero había una incógnita que le llenaba más la cabeza: ¿Volverá?.  

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