El elefante en la habitación

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Siempre ha sido difícil hacerle entender a las limitadas mentes de ustedes, los mortales,  la experiencia de la divinidad. Ustedes sólo pueden pensar en tantas dimensiones, que no alcanzan a comprender la complejidad de lo celestial, lo eterno.

Para fines de que entiendas ésta parte de la historia, vayamos al lugar que creas que existe cuando tu existencia acabe. 

¿Qué? ¿Aún nada? Bien. Supongamos que todo lo que puedes ver es nada más y nada menos que infinidad. Todo es tan blanco como la página de un libro nuevo; todo está lleno de luz, paz, y un sentimiento de serenidad abunda en el lugar.

En este plano de la existencia no existen cuerpos físicos o conversaciones, pero de nuevo, no espero que entiendas todo lo que sucedió, así que te lo explicaré como si de verdad hubiésemos estado ahí. 

En el centro de todo este vacío celestial, está Caín. Aún no sabe qué sucede, y con muchísima razón. Esta es su primera experiencia cara a cara con lo divino. Seguro te sentirías igual. 

Aquí no hay tiempo ni espacio. Podrías decir que Caín esperó una eternidad, o sólo un pequeño microsegundo contemplando el nuevo plano de la existencia antes de que una segunda presencia interrumpiese su intento de comprender en dónde, cuándo, o en qué estaba.

- Caín - Una voz, literalmente divina, llama su nombre. - Hijo de Adán, ¿Qué es lo que has hecho?

Caín aún es incapaz de responder a dicha voz. Es normal. Uno no comprende su existencia metafísica ni la domina de un momento a otro; aunque el tiempo en realidad no pasa por aquí, como ya te he dicho.

- Creo que lo has dejado sin palabras, padre. -  Comenta una voz desafiante. Oponente ante la voz anterior. Esta es una voz peculiar, que corrompe, que seduce y pervierte el alma humana. 

- Él también me ha dejado sin palabras. Últimamente todos se dedican a hacerlo. Sabrás de lo que hablo, hijo mío. ¿Estás seguro de que no tienes que ver con esto, Samael?. - Responde el padre de todo, el todopoderoso, el Creador. 

- Por más que quisiera llevarme el crédito de lo que ha pasado, padre, la verdad es que mi interferencia no ha sido necesaria. Aunque puedo ver por qué lo asumes. - Dijo el mismísimo diablo con picardía, y con cierto añoro de ser el provocador del incidente - Ciertamente hacer enojar al gran Creador al punto de traer un alma humana al plano celestial es una medalla que me gustaría colgarme. Sin embargo, puedes ver que no es el caso.

Lucifer no está aquí por ser el autor intelectual precisamente, pero el mismo lo ha dicho. El Creador está en duelo consigo mismo, al punto de traer a un humano a un plano que está diseñado para recibirlos al morir, más no antes. Pero no es eso lo que atrajo a Lucifer. Fue el hecho de que no está en los planes del Creador que Caín se quede en el plano celestial. Y si de algo estaba seguro, era de dos cosas: El Creador siempre tiene un plan, y siempre obra de formas misteriosas. 

La presencia de Lucifer era una que ensombrecía un poco la divinidad del plano celestial. Este no fue siempre el caso, pero no tengo que explicarte algo que seguro sabes ya. Te lo cuento porque necesitas saber que, a pesar de que Lucifer no influyó en el crimen, la presencia de Caín se sentía un poco como la de Lucifer. Caín no era un hombre malo. Sin embargo, sintió celos e ira. Sentimientos que Samael conoce bien. Es por eso que se aseguró de que su padre sintiera esa similitud entre los dos. Él sabe a dónde pertenece Caín, y quiere ser quien lo lleve de la mano.

- Sé lo que haces, Lucifer. - Le dijo aquel que todo lo sabe a su hijo. El Creador está consciente del plan de Samael. Pero este no concuerda con el suyo.

- Vamos, Padre. Sabes dónde es que su alma pertenece. Si no te importa, quisiera ser yo quien guíe a esta corrompida alma a dónde pertenece. Se siente más fresco aún ya que lo has traído antes de tiempo.

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⏰ Última actualización: Jun 20, 2020 ⏰

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