06: Llegada inesperada

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Ese mismo día, por la tarde, tocaron mi puerta.

Jerson aún no volvía, pero yo sabía que necesitaba estar solo. Solo lo llamé dos veces y al ver que no respondió, deje de insistir.

Al abrir la puerta, mi corazón se llenó de emoción.

¡Jessica, mi mejor amiga!

Tenía tiempo sin verla. Seguía igual de hermosa como siempre, la hice pasar y tomamos un café juntas mientras le platicaba mi matrimonio con Jerson y mi vida encantadora.

— Pues te va súper bien, Dalia. Y vives en una de las mejores casas de este pueblucho. ¿Dónde está Jerson?

Esa pregunta me dio como daga al corazón, porque realmente no lo sabía. Pero, ¿qué iba a pensar Jessica cuando le dijera que quién sabe?

— Salió a... revisar algo de la escuela, algo así. No debe tardar.

En ese preciso momento la puerta de mi casa sonó otra vez. Pero esta vez era una visita que además de inesperada, era incómoda.

Era Héctor, mi ¿jefe?

— ¿Entonces? —preguntó una vez que lo hice pasar—. ¿Volverás al trabajo, Dalia? Si vuelves tú, vuelve Many. Ese muchacho sabe cómo atraer clientes. Es bueno.

Claro. Emmanuel siempre tenía una vibra muy positiva. Al enterarse de que Jessica estaba aquí, se iba a poner muy feliz. Quizás hasta olvidara lo de Irene.

— Está bien, Héctor. Acepto volver pero no quiero que vuelvas a hacerme ese tipo de ofertas. Yo gano bien como mesera y es algo que me entretiene, que quede claro que lo hago por gusto, no por necesidad.

Héctor no duró mucho en casa, por suerte. También le ofreció trabajo a Jesy, ella aceptó sin titubear pues ella siempre fue del tipo de chicas independientes, y aunque su familia tuviese casa aquí, le gustaba su privacidad. Su espacio para hacer y deshacer.

Jesy y yo pasamos tiempo poniéndonos al corriente, le platiqué de la situación en el pueblo y se alarmó, por supuesto. Pero la tranquilicé y le dije que yo la protegería de cualquier cosa.

Más tarde se fue, y a los minutos entró Jerson a la casa. Ya era muy noche cuando llegó. Estaba todo andrajoso, lleno de tierra y lodo.

— ¿Dónde estuviste todo el día, Jerson?

— Estoy bien, gracias por preguntar —. Ni siquiera me miró. Pasó por un lado mío como si no estuviera ahí. Eso me hizo enfurecer.

— ¿Donde chingados estabas, Jerson? No soy tu pendeja. Soy tu esposa así que me vas diciendo pero ya donde estuviste todo el santo día y porque vienes todo... ¡vete nada más! No me puedo imaginar que te paso.

— Me volqué y el carro se lo llevó una grúa.

Por supuesto que eso no era cierto, pero me daba flojera discutir con él por el simple hecho de que siempre buscaba salidas para todo, así que no le dije nada más y esa noche me fui a dormir, sin dirigirle la palabra a mi esposo.

Cerca del diabloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora