El final de una vida, el principio de otra...

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  • Dedicado a María José Cervantes Valero
                                    

Para Mariajo.

¡Mi niña! Espero que te guste y que disfrutes.

(Yo voto por quitar a Elena de la serie y ponerte a ti)

¡FELIZ NAVIDAD! 


Apresuré mis pasos por el callejón poco iluminado. Oía pisadas tras de mí y leves murmullos. Supuse serían borrachos que vagabundeaban por la ciudad botella en mano. Seguí con la vista fija en el móvil, maldiciendo mentalmente los largos turnos que trabajaba en el hospital. Además, ese día estaba bastante cabreada; no solo me tocó alargar las horas, sino que mi coche se había averiado y cansada de esperar a la maldita grúa me eché a caminar rumbo a la para de buses, teniendo que enfrentarme al callejón, el cual, para ser honesta, me deba un pelín de miedo. En todas y cada una de las series de asesinato, ese era uno de los principales puntos favoritos de los psicópatas, y yo lo cruzaba de noche. ¡QUE BIEN!

Mi móvil vibró y el mensaje de Chris me hizo bufar ¿Por qué seguía insistiendo? ¿Es qué pertenecía a los idiotas de turno que creían que el no de una mujer era “en realidad” un sí? ¿O simplemente ere gilipollas? Tenía que meditar en ello. Me preguntaba como me había ido el trabajo y me contaba que se encontraba de copas con unos amigos. No me contuve y le escribí un escueto: Me alegro por ti.

Esperaba que pillara la indirecta, que más directa no podía ser.

Pasé a leer los demás menajes cuando una mano agarró mi cuello desde atrás y algo desgarró la piel. Grité y pataleé en un intento por librarme de mi atacante. Dos artilugios afilados perforaron mi yugular y sentí los largos sorbos que le daba a mi sangre. Su mano acalló mis chillidos y con la otra me inmovilizó contra la pared. Mi visión comenzó a volverse borrosa y el mareo atoraba mi cabeza. Luché con todas mis fuerzas para mantener consciente pero la falta de sangre me debilitaba. Antes de perder el sentido escuché una voz masculina, una que no era de mi atacante.

—Hermanito, me gusta verte disfrutar pero si sigues la vas a matar y luego te torturarás por ello. 

Abrí los ojos desorientada. Sin enderezarme estudié el enorme salón en el que me encontraba, deteniéndome en la grandiosa chimenea. Me pasé las manos por la cara, repentinamente mareada y al cerrar los ojos lo recordé. Dirigí una mano a mi cuello recordando la sensación de ser succionada, pero allí no había nada. Me enderecé lentamente, asegurándome de que el mareo no se intensificara.

—Vaya, la bella durmiente ya ha despertado.

Sobresalta giré la cabeza al lugar de donde provenía la voz. Mi pulso saltó en mi cuello y la respiración se me atascó. El hombre parecía sensualmente peligroso con el pelo oscuro ligeramente largo y los ojos de un azul tan claro como el cielo veraniego. Vestía de negro completamente.

—¿Quién eres? —Pregunté sin amilanarme ante su mirada.

Sonrió de manera torcida; una sonrisa sexy y arrogante… también peligrosa.

—Yo, bella durmiente, soy tú salvador.

Volví a llevarme la mano al cuello, recordando la frase que fue pronunciada con aquella misma voz. Nada había sido un sueño, todo era muy real.

—Damon, deja de asustarla—Se quejó otro hombre, haciendo su aparición.

Miré al nuevo, su rostro era de expresiones suaves pero algo me llevó a alejarme de él.

—Sabia decisión, bella durmiente. —Dijo el tal Damon.

—¿Me podéis explicar quienes sois y que coño hago yo aquí? ¿Es qué me habéis secuestrado o algo así?

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⏰ Última actualización: Mar 27, 2017 ⏰

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