I.

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Zelda miró con algo de miedo el edificio que se alzaba frente a ella, tenía que admitir que el ambiente en la comisaria era ameno y alegre, nada que ver a lo que fue hace pocos días atrás, aquello había sido un caos, luego de estabilizar y curar las heridas del comisario Greco Rodriguez, un equipo de rescate, conformado por Lucas Hernández, Sara Smith, Lara Harris-quién era la directora del hospital-, Claudio Muerte –Subdirector-, y ella fueron a dicha comisaria para curar a los oficiales heridos, ella se había encargado personalmente del comisario Volkov y sus heridas.

Ella había arriesgado su vida para salvar a Greco, sí, y el oficial una vez despertó se lo agradeció, más no olvidaba que había disparado, y probablemente matado, a un hombre; Necesitaba confesarlo, no podía salir impune de un probable asesinato.

La chica entró a comisaria mirando a todos los civiles poniendo denuncias, soltó un pequeño suspiro y caminó hasta un oficial con el pelo lacio tirado hacia un lado, parecía estar desocupado mientras jugaba con un bolígrafo tras la recepción. Caminó hasta el chico y sonrió ligeramente, llamando la atención del mismo.

– ¿En qué puedo ayudarla, señorita?

Zelda lo pensó unos segundos, podría irse y hacer de cuenta como que nada sucedería, ya había recibido el castigo, era una EMS y su jefa al enterarse la suspendió por algunos días de su trabajo, no había sido el peor de los castigos, pero no cobraría y ella tenía cosas que pagar, ese era su castigo.

–Necesito... Confesar algo. –Murmuró jugando con sus manos nerviosa, ¿A quién debía decirle? ¿Debía decirlo frente a todos? ¿Qué pena judicial obtendría?, Zelda observó como el hombre la miró unos segundos directamente a los ojos y luego sonrió.

–Hostia puta, pero si tú eres la EMS que curó al comisario Volkov, ¿Qué hace aquí? –La castaña tragó saliva, parecía ser más difícil de lo que creyó todo aquello.

–Sí, esa soy yo, como ya dije, necesito confesar algo. –Sonrió levemente, sintiendo como todo dentro de su estómago comenzaba a revolverse, el chico asintió y pensó en algo unos momentos, quizá decidiendo qué hacer o a dónde derivarla. – ¿Hay algún lugar un poco más privado?

–Sígame señorita.

Sin decir nada Zelda siguió los pasos del oficial en silencio, pensando bien qué decir al momento de contar lo sucedido, observó a su alrededor al pasar por la puerta de la izquierda, a su lado había otra puerta igual de grande que la anterior, y unas escaleras que llevaban para abajo; Ambos bajaron, dirigiéndose a las celdas, logrando que el corazón de la chica comenzara a bombear con mayor velocidad, ¿Ya la meterían en el calabozo?

La gente dentro de las mismas cárceles comenzó a insultar al ver al oficial allí, más él no parecía darle demasiada atención a las palabras de las personas encerradas, simplemente siguió de largo hasta unas salas apartadas, abrió la puerta y le indicó a la chica que se sentara en una de las sillas.

–Ya viene alguien a escuchar su confesión, espere aquí señorita. –Zelda asintió rápidamente, apoyó su cabeza en la mesa y comenzó a arrepentirse de todo lo hecho, ya había perdido su trabajo por el momento, ¿No era ya suficiente?

Tenía que admitir que le sorprendía que su jefa no la hubiese denunciado, quizá porque sabía que ella misma iría a entregarse. La castaña alzó su cabeza al escuchar la puerta abrirse nuevamente y se lamentó el estar allí, no tanto por su crimen, sino porque el mismísimo Súper Intendente estaba parado frente a ella de brazos cruzados, esperando a que abriera la boca.

–La re puta madre. –Soltó la chica sin poder contenerlo, el mayor frunció su ceño mirándola a través de sus lentes de sol, logrando que Zelda se odiara un poco más que segundos atrás.

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⏰ Última actualización: Jun 21, 2020 ⏰

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Life Saver. |Jack Conway|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora