Ya no me dolía la espalda, me había acostumbrado al frío y duro suelo para dormir así la incomodidad ya no me molestaba.
Mi hermano Fernando llegó y me ayudó a levantarme, al igual que todas las mañanas.
-Mamá está eufórica- dijo con una sombra de felicidad en la voz-. Debo admitir que la cosa también me emociona.
-¿Qué cosa?- pregunté aún adormilada.
-Llegó una carta- explicó con una sonrisa de oreja a oreja-. La carta para La Selección.
-Ya saben que no quiero participar en esa cosa- dije escupiendo las palabras como si fueran veneno. Odiaba cómo el gobierno se creía dueño de nuestras vidas, y eso no era más que un evento para controlarnos.
-¡De eso nada!- mamá había llegado hasta nosotros al punto de escuchar nuestra conversación-. Tú llenarás esos papeles, ¿te imaginas como sería si te seleccionaran para participar?
-Sí-respondí-. Competiría con otras treinta y cuatro chicas por un príncipe al que no conozco y un título que no deseo- torcí la boca al imaginarme a mí misma casada con un pomposo hombre y caminando recta con una corona en la cabeza-. Además- añadí para reforzar mi argumento-, eso es muy sexista, ¿por qué no hacen una selección también para las princesas? En lugar de eso prácticamente las venden a otros lugares.
-Eso no es de nuestra incumbencia, Maya- me regañó mamá agitando los papeles en mi cara-. Y sabes perfectamente porque es importante que llenes los papeles.
-Está bien- suspiré- llegando del trabajo los llenaré, ¿vale?
Mi madre asintió orgullosa y mi hermano sonrió. No me gustaba decepcionarlos, ya habíamos sufrido lo suficiente cuando mi padre murió hace unos años; además era él quien me conseguía los trabajos.
La familia a la que servía se enteró al instante de nuestra pérdida y, gracias a que tienen un buen corazón, me contrataron a mí para reemplazarlo. Los Wallen pagaban muy bien, y aunque eso no era suficiente para una vida más decente, cómo por ejemplo una cama, nos daba para alimentarnos un poco, y eso se agradecía.
Fui a la estación de autobuses para que me llevara con la familia de Doses para que hiciera el aseo. Eran buenas personas, humildes a pesar de su posición y amables conmigo a pesar de la mía. Ser una Seis no es nada fácil. Aunque nuestro apellido, Adams, nos hace algo más solicitados gracias a nuestra buena reputación y grandes generaciones.
Llegué a tiempo, igual que siempre; y Dakota me recibió, igual que siempre. Ella era la otra criada y, además de eso, mi mejor amiga.
-Buenos días- saludó con una sonrisa mientras se apartaba de la puerta para dejarme entrar, su cabello rubio se salía del chongo por las puntas desiguales de su cabellera.
-Buenos días- respondí sonriéndole- ¿cómo estamos de ocupadas hoy?
-Igual que siempre- se encogió de hombros-. ¿Te ha llegado una carta?
-Por supuesto- respondí quitándole importancia con un gesto de la mano-. Y sé que a ti también, pero ambas estamos conscientes de que escogerán a Lady Rose.
-Sabes perfectamente que la casta no importa- apuntó escrutándome con sus grandes ojos avellana-, en realidad, ya no la piden.
Negué con la cabeza, e iba a agregar algo antes de que me interrumpiera una voz.
-Buenos días señoritas- la señora de la casa, Victoria Wallen, siempre nos recibía con un saludo cálido antes de darnos las llaves del armario de limpieza-. Hoy necesito que me ayudes en algo especial, Maya- pidió; yo la mire perpleja, normalmente nunca pedía nada así-. Ve con mi hija Rose para que ella te ordene que hacer, mientras tanto tu empieza la limpieza, Dakota.
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Mi Selección: La lucha por un príncipe.
FanfictionCasarse con un príncipe es el premio, ni más ni menos. Hijo de un rey benévolo, Maxon; y una reina inteligente, America. Para la familia real las castas ya no son un problema, pero no se dan cuenta de que bajo sus pies el problema aún persiste. ¿Ser...