Emma Connor es una niña de 15 años con una vida difícil, bueno, más porque sufre de esquizofrenia. A menudo sufre de sueños extrañamente llamativos, a diferencia de cualquier otra persona, es "Especial".
El miedo se apodera de ella cuando una perso...
La lluvia golpeó las ventanas del autobús y el viento movió las copas de los árboles de una manera lenta y perezosa. Descansé mi frente sobre el vidrio congelado, mientras observaba las gotas sincronizadas caer sobre él y, con mi dedo índice, dibujé una pequeña cara triste sobre el vidrio, que gradualmente se deformaba con el agua que caía. Al escuchar esas voces que me decían qué hacer, me molestó tanto que intenté no pensar en ello mordiéndome el labio inferior con fuerza, hasta que la sangre corrió por mi barbilla y cayo en mis pantalones, manchándolos un poco de rojo intenso.
Traté de mostrar una sonrisa sin dientes cuando vi a mi padre darse la vuelta y mirarme serio, pero lo único que salió fue un intento fallido de una sonrisa normal, el contrario se mantuvo serio y miró hacia el frente. Gracias a Dios, el autobús estaba casi vacío, porque si tuviera que sentarme al lado de alguien, moriría.
En mi mano derecha llevaba un pequeño chocolate blanco que Karen me había comprado horas antes de partir hacia Derry, para que mis nervios desaparecieran al comer un chocolate dulce "Rico". Mi madre pensó que en esta nueva ciudad podría hacer amigos y encontrar mi primer amor, algo que nunca sucedería, ya que nunca había pensado en tener un novio o algo así. Solo pensarlo me enfermó.
Llevaba una chaqueta de cuero azul, junto con pantalones negros y zapatillas blancas. Estaba pensando en las cosas que estaba dejando atrás, la sala de juegos y la sala de juegos, y ... bueno, la sala de juegos nuevamente. No pensé que podría encontrar un lugar para sentirme en paz, como me sentía en la galería, un lugar donde solo iban los frikis de la ciudad, así que sí, también soy una friki por excelencia. Miré a un lado y vi a un hombre de cierta edad, me estaba mirando con una sonrisa desdentada, sentí un escalofrío que me corría de la cabeza a los pies. El hombre me estaba mirando directamente, sin pestañear ni nada de eso.
—Vamos, Emma. Es hora de bajar.— Tomé mi bolso y lo colgué en mi hombro cuando escuché ese grito, proveniente de mi padre. Se acercó a mí y me tomó de la mano, de modo que caminamos juntos por el resto del autobús hasta la puerta de salida al final. Mi madre estaba al lado de Mart (mi padre), que permaneció inexpresivo, esperando a tocar el timbre del autobús. Se escuchó un "piii" y rápidamente todos los que tuvieron que bajar, se amontonaron y bajaron. La estación de autobuses de Derry no era muy acogedora, que digamos, estaba llena de drogadictos que pasaban su tiempo fumando basura, riéndose y hablando de estupideces. Tomados de la mano con mi padre, caminamos hasta que salimos del lugar, donde nos esperaba un taxi, para llevarnos a nuestro nuevo hogar.
El viaje fue largo y agotador, y más aún desde que el taxista, un hombre viejo, y mi padre pasaron tiempo hablando de fútbol y "cosas de hombres", como decía mi padre cada vez que le preguntaba de qué estaban hablando. Solo rodé los ojos y miré a la ventana, imitando la misma pose que tenía en el autobús. Las calles estaban completamente vacías, y por supuesto, si todo está empapado por la lluvia.
La radio estaba reproduciendo una canción de rock bastante pesada, lo que me hizo retorcerme, los gritos del hombre eran insoportables. <<Ven con nosotros, Emma. Aquí todos flotan>> Las voces estaban presentes, haciendo que mi piel se pusiera de punta al escuchar la voz ronca y aterradora que salía de mi mente. Justo entonces pude sentir cómo frenaba el auto, lo que casi me hizo volar. Habíamos llegado.
