Prólogo

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–Solo hazme una última promesa. – ella los miraba con los ojos empañados en lágrimas, las cuales rodaban por sus mejillas sin control. Odiaba con todo su corazón a los dos enfermeros que la custodiaban a cada lado desde la puerta y la separarían de sus amores.

–Claro mami, lo que quieras.

Con solo 12 años y una altura que le sumaba edad, evitaba a toda costa que aquellas lágrimas que le hacían arder los ojos, salieran, no era el mejor momento para mostrarse débil. Una chiquilla se abrazaba con fuerza a su cintura mientras hipidos y sollozos son emitidos por el fuerte llanto, y es que, ella no esperaba ver como se llevaban a su madre y la dejaba, todo eso teniendo solo 7 años. Se sentía destrozada, y los ojos claros de su madre, tan destruidos como ella, la hacían sentir peor.

–Solo prométeme que se cuidarán, que la cuidaras y no dejaras que nada malo le pase, son mis únicos tesoros... – la voz se le corto en el momento en el que sus manos se dirigieron de forma automática a las suaves mejillas, esperando con urgencia una respuesta de su parte. Los enfermeros no esperaron a que la respuesta sea pronunciada, cuando ya la estaban agarrando por los hombros, en dirección a la ambulancia del psiquiátrico.

–¡Promételo!

–¡Lo prometo!

Tal vez era muy joven para entender la magnitud de tal promesa. O tal vez no.

Estaba al tanto de una cosa, el día que a esa preciosa niña le pasara algo, su mundo se iría con ella. Y no le importaría traer el infierno a la tierra con tal de hacer pagar al culpable de su destrucción.

Pero eso es lo que podía pensar una alma rota, que debía madurar y cuidar de alguien tan inestable.

Ojos CiegosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora