|Prólogo|

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Alayne

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Alayne

Sabía que caminar por el pueblo de noche, especialmente cerca del bosque, no era la mejor idea. Sin embargo, lo había hecho antes sin problemas. Además, aquí todos nos conocíamos, así que no creía que alguien quisiera hacerme daño.

A pesar de esto, había algo en el bosque que siempre me había atraído, una sensación casi paranormal. Era difícil explicar este sentimiento a los demás, ya que todos me consideraban rara por mostrar un interés positivo en él, especialmente Lyanna, una de mis amigas de la escuela.

Me mantuve cerca del borde del bosque, lo suficientemente cerca de la carretera para estar visible en caso de que algo extraño sucediera. De repente, escuché un ruido, un quejido que parecía provenir del bosque, no muy lejos de donde me encontraba. La oscuridad era casi total, así que encendí la linterna de mi celular para iluminar el camino.

Avancé con cuidado, tropezando de vez en cuando y esquivando ramas que se cruzaban en mi camino. La luz de mi linterna era débil y no ayudaba mucho. Los sonidos que escuchaba se asemejaban a chillidos de un gato o algún animal felino. Pensé en Bellota, mi gatita, y me preocupé por ella.

La luz de mi celular iluminó un rincón del bosque donde se apilaban mochilas y un área más iluminada por las luces de otros celulares. Allí, un grupo de cinco hombres estaba reunido. Uno de ellos sostenía un celular del que provenían los chillidos de un felino.

Me sentí estúpida al darme cuenta de que había caído en una trampa. Ninguno de los hombres me era familiar, y no parecían ser del pueblo. Había un montón de latas de cerveza esparcidas a sus pies, lo que aumentaba mi incomodidad.

Intenté retroceder lentamente para irme, pero uno de los hombres se volvió hacia mí. Rápidamente apagué la linterna del celular y, con el corazón acelerado, intenté retirarme en silencio. Sin embargo, los hombres empezaron a moverse en mi dirección, sus linternas iluminando el bosque con una luz inquietante. En ese momento, no pude evitarlo y comencé a correr sin mirar atrás.

Con torpeza, volví a encender mi celular para iluminar mis pasos. La oscuridad me envolvía mientras el pánico se apoderaba de mí al escuchar cómo me seguían. ¿Por qué me seguían? ¿Qué querían de mí? La posible respuesta me perturbaba profundamente; era mejor no saberlo.

Con cada paso que daba, sentía que el suelo se volvía más traicionero bajo mis pies, y las ramas y raíces parecían crecer justo para atraparme. La luz de mi celular parpadeaba, a punto de apagarse, y me pregunté si encontraría la manera de escapar antes de que se acabara la batería o, peor aún, antes de que ellos me atraparan.

Tropecé y caí al suelo con un golpe seco. Con desesperación, me levanté y tomé mi celular. Mis manos estaban sucias y me dolían las rodillas desnudas, ya que estaba usando pantalones cortos por ser verano. No me detuve para examinarme; me limité a seguir corriendo.

La luz de la carretera apareció ante mis ojos, una señal de que estaba cerca de salir del bosque. Sin embargo, el pánico se apoderó de mí al no ver ningún vehículo a la vista. Estar expuesta en la carretera significaba que sería más fácil para ellos atraparme.

Sucedió en Sunnyhill [En proceso]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora