Capítulo 5.

29.7K 1.9K 159
                                    

Fiebre, fiebre, ¿qué estás haciendo conmigo?

Eran las ocho de la tarde, la hora de la llamada rutinaria a mi hermano.

Subí las piernas a la cama y me mordisqueé distraídamente la esquina del labio mientras los tonos se extendían al otro lado de la línea. Mis cejas se juntaron en un ligero ceño fruncido ante la prolongación de la espera; normalmente Rob se encontraba disponible.

Apoyé el teléfono sobre mi hombro y alcancé un pañuelo de papel para proceder a sonarme los mocos que desde la mañana se habían acumulado en mis fosas nasales. Ajá, al final me había constipado como una campeona en pleno viaje escolar.

Me encontraba en plena sonada cuando el chasquido sonó en mi oído.

La persona al otro lado se encontró con una variopinta sinfonía de ruidos nasales bastante gráficos.

—Madre mía, enana, espero que te hayas quedado a gusto —se burló una voz familiar cuando hube terminado— Parece que alguien se ha acatarrado.

Chasqueé la lengua con desdén.

—¿Noah? ¿Dónde está mi hermano?—exigí con la voz tomada por la mucosidad.

—Auch, cariño —pronunció Noah con teatralidad— ¿acaso yo no soy suficiente para ti? ¿Qué le dirás a nuestros nietos acerca de esta actitud?

Resoplé, aunque no pude evitar retener una sonrisa.

—Eres un idiota.

—El mejor de todos, Cole —respaldó el universitario y sonó ruido de fondo, como si se incorporase—. Tu hermano no está disponible en estos momentos. Está ocupado... limpiando el horno.

Mi ceño se hundió aún más, con confusión.

—¿Limpiando el horno?

No podía verlo, pero me imaginé a la perfección la sonrisa burlona que debió decorar las facciones de Spellman a juzgar por el tono juguetón que adquirió su siguiente frase:

—Eres tan inocente... está con Rowen, arriba, ambos sin rompa, jugando a hacer un puzzle humano.

Mis ojos se expandieron al comprender y sentí el rubor cosquillearme el rostro mientras me ponía tan roja como un tomate. Agradecía estar sola en aquellos momentos en la habitación o de lo contrario una montaña de burlas podría haberse dirigido hacia mí.

—¡Vale! Demasiada información —escupí con incomodidad.

—Tú preguntaste, enana —se justificó,calmado— ¿qué puedo hacer por ti?

Lancé un suspiro al aire, ya más relajada. Muy en el fondo echaba de menos las locuras del trío dorado, a fin de cuentas, me había criado con ellas como una constante más.

—En realidad, solo llamaba para que Rob no se preocupase, pero al parecer, no anda especialmente preocupado por mí —solté con diversión— así que...

Presioné la cabeza sobre el cabecero y me acurruqué aún más en la amplia sudadera de Kavinsky, la tentación me pudo y no dudé en meterla en la maleta. El tejido seguía desprendiendo su agradable aroma personal y era cálido y consistente, justo lo que necesitaba ahora que me había destemplado como una pardilla.

—Oye —amonestó— no quieras librarte tan pronto de mí. La última vez que supe de ti estábamos interrumpiendo un momento algo tenso, ¿algo que contar sobre eso?

Me mordí la punta de la lengua, dejando transcurrir un par de segundos.

—¿Eres poli ahora?

Soltó una carcajada.

Cole © [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora