Capítulo 15.

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Capuccino, cuñadas y trabajo a tiempo parcial.

Al entrar al restaurante me acogió un agradable calor y el magnífico olor a comida casera de procedencia italiana. Me protestó el estómago que tan solo había recibido la insípida comida de la cafetería del instituto pero lo ignoré e interné en el local.

Había bastante gente a pesar de que la hora de la comida ya se había pasado. Algunas personas degustaban los postres con total tranquilidad. Otros ya comenzaban a merendar y algún rezagado se metía un abundante plato de pasta entre pecho y espalda.

Caminé por el mero hecho de hacer tiempo y tratar de cruzarme con la persona que había ido a buscar. Lo encontré recogiendo una de las mesas.

Una camiseta gris de manga corta se ajustaba a sus brazos y pecho. Llevaba unos vaqueros claros y sobre estos un delantal negro con una libreta enganchada. Su aspecto era relajado y un par de ondulaciones rebeldes le caían sobre la frente mientras se afanaba en dejar todo perfecto.

Alzó la vista tan de improvisto que me pilló de pleno.

Nuestros ojos hicieron contacto a través de las masas de aire y éstas parecieron chisporrotear. El corazón se me encogió en el pecho cuando una sonrisa tan incrédula como sincera tiró de las comisuras de sus labios hacia arriba, achatando la nariz en el proceso y entrecerrando sus expresivos ojos castaños.

Adelantó un brazo para llamar la atención de otro camarero y desde mi posición pude ver como movía los labios pronunciando con rapidez un par de palabras que el suave barullo que reinaba no me permitió escuchar. El chaval asintió y sus ojos se desplazaron fugazmente hacia mí antes de darse la vuelta e irse en dirección a la cocina.

Luca dejó por un momento los platos sucios, dirigiendo sus pasos a mi encuentro y no pude evitar sentirme azorada y algo nerviosa.

Me había plantado allí sin ningún tipo de explicación o aviso previo y de repente la idea de que quizás me hubiese sobrepasado me golpeó. Estaba en medio de su puesto de trabajo, llevando las riendas del restaurante de su madre mientras ella estaba indispuesta.

¿Qué pintaba yo en todo eso?

Tomé aire de forma irregular elevando los ojos para ejercer contacto visual.

—Hola —titubeé sonando vergonzosa y torpe.

Él pareció pasarlo por alto porque antes de que mis neuronas estableciesen sinapsis tenía sus labios sobre los míos. Me besó con mucha suavidad, sujetando mi rostro entre sus manos, con sus pulgares presionándose en mi mentón.

—Hola —saludó sin variar en un ápice su sonrisa—. Me alegro de verte, bella. Pero... —sus grandes cejas se fruncieron con un ligero matiz de incomprensión como si acabase de reparar por primera vez en la realidad— ¿qué haces aquí?

Se me enredó la lengua y solté un par de incoherencias antes de finalmente componer una justificación:

—Leí tu mensaje. Bueno, Derek me lo contó todo y luego leí tu mensaje. Quería verte y... ayudar, si puedo. Simplemente no me sale mantenerme de brazos cruzados mientras tú tiras de tu familia adelante —conforme hablaba me iba sintiendo cada vez más segura y confiada de mis intenciones—. No voy a dejarte solo.

Luca escuchó en silencio, atento y con sus ojos fijos en los míos durante mi corto discurso. Liberó el aire por la nariz de forma algo brusca y su mirada se tiñó de un sentimiento tan abrumador que un cosquilleo inexplicable se propagó desde mi pecho hasta el resto del cuerpo.

—Eres luz, Eleanor —mis pulmones fallaron.

Se mordió el labio inferior en un mohín involuntario demasiado atractivo y adorable para mi organismo en pleno colapso sentimental.

Cole © [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora