Todo este tiempo estuve tratando de no morir, he de admitirlo.
Ya hasta salir por las tortillas me tiene paranoica, pero es lo que hace uno con tal de ver a la mamá de su wiso.
Sí, la mamá del Manuel trabajaba haciendo tortillas y yo me arriesgaba la vida yendo a la esquina para ver si a lo mejor lo alcanzaba a saludar.
Desde que me dijeron que era posible caso de caranavairas, ni él ni el otro pendejo se me han querido acercar, pero ahí los ves después diciendo que quieren hacer el delicioso. Hijos de sus putas madres.
Con todo respeto a la de la tortillería.
Hoy me levanté con unas tremendas ganas de salir, hacer una fiesta y todo, a lo mejor hasta invitar a Giammattei, así nos echamos unos pasitos bien perrones en la disco.
Bailamos un rato y después seguro me manda a hacer cuarentena de por vida después de enterarse de que soy posible covidiana, pero pues, ni modo.
Al final salí a comprar las tortillas, ya eran las dos de la tarde y mi mamá me sacó de la casa de la oreja porque no quería salir. Es que, ya llevaba una semana sin bañarme, ¿pero quién putas se baña en cuarentena? Nadie nos viene a ver, nadie me invita a salir, ¿para qué chingados?
Mientras iba ya a la vuelta, vi al chino de la tienda peleándose con una señora porque le robó un ricito de esos Diana. Verga, maje, ¿quién no? Esas mierdas ya son reliquias. Con razón.
Cuando llegué a la tortillería, me tocó hacer cola, y después de una hora, la mamá del Manuel se me quedó viendo ya con cara de que se quería morir y de que también quería que yo me fuera a la verga. Pobre señora, si no me odiara tanto a lo mejor hasta me ponía a hacer tortillas con ella.
— Dame cinco quetzales de tortilla —le pedí a lo indio. Nah, mentira, se lo pedí amable y todo porque uno nunca sabe con la suegra.
Me hizo una cara bien fea y se dio la vuelta para seguir con sus tortillas. A lo lejos vi al cerote del Manuel y le chiflé. El culero salió corriendo nomás me volteó a ver. Culero, a ver con quién hace el mete y saca, porque conmigo ya no.
La doña me cobró seis por los cINCO quetzales de tortilla que le pedí, pero no se la hice de huevos, porque sí me caía bien.
Me regresé a mi casa, y había una tremenda balacera entre el Víctor y el Manuel. ¿Cómo había llegado el Manuel hasta ahí? Ni puta idea.
— Bueno, mierdas, lárguense a la chingada.
Me vieron los dos cerotes y salieron corriendo.
Eso bastó para que comenzara mi depresión...
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Es verdad, cerotes, no sé de qué putas se ríen.
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50 zombras d mi eskoses
Teen FictionEsta es una istoria, la istoria de mi bida con el marabilloso kantante de kameo dr, es todo un daddy.