Prólogo

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Miré a mi alrededor, todo se acoplaba a la perfección con la temible oscuridad que me rodeaba, mi respiración estaba agitada, la ropa pegada a mi cuerpo por el pantano, mis piernas a punto de rendirse después de estar corriendo por 30 minutos seguidos sin rumbo alguno, estaba temblando, y quizá hiperventilando, desee tener un arma para defenderme y por primera vez en mi vida, tuve miedo.
Miedo de que me atrapara, de no volver a ver el rostro de la persona que amo, de no llegar a casa y discutir con mamá porque su postre libre de gluten no era de mi gusto, sentí miedo de morir.
Grité presa del pánico, pidiendo ayuda, pero mi voz y su eco se perdían en la inmensidad del bosque que tenia delante.
-¡PEQUEÑA ZORRA, TE ENCONTRARÉ!- gritó mi captor, esa persona que creí de mi total confianza, y que aumento su odio por mi con cada una de nuestras experiencias.
Lloré, eran mis lágrimas de despedida,  de una vida que tal vez no Merecí, lloré por todos a los que pude conocer, y a los que tal vez ayudé.
Por mi nerviosismo mis piernas chocaron entre si, y caí, caí por tercera vez, mis piernas magulladas, con heridas llenas de tierra, ardían, maldita sea, ardían, y no podía seguir más.
Lo ultimo que recuerdo de ese día, fue su rostro al encontrarme escondida tras el tronco de un árbol, su rostro de satisfacción al soltar el primer disparo, con el que perdí la consciencia, y con ella, mi inocencia.

Almas RotasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora