Capítulo 2: Intentos fallidos.

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Cómo era de esperarse, Mackenzie poco a poco fue creciendo, hasta llegar a 3er año de secundaria.
Él era un chico de cabello oscuro despeinado, un cuerpo delgado aunque atractivo, sus ojos eran grandes y tenía labios apetitosos para besar. Mientras más iba creciendo  más aprendía sobre la psicología social, sobre cómo actuaba la gente. Tanto que pensaba por las demás personas y casi siempre sus suposiciones eran ciertas. Mackenzie, a partir de su entrada a la secundaria, decidió darse un pequeño respiro de golpear a sus compañeros de clases, decidió tener un poquito de cordura real y decidir que aunque sentía que su vida fuera una mierda, no hacerle la vida mierda a sus compañeros que tenían la vida resuelta, o simplemente una familia que sí los amaba, no sería malo. En aquella clase de Francés, conoció a una hermosa chica de cabello rubio y liso, cachetona, casi siempre iba sonrojada, con un cuerpo escultural y ojos tan azules como el océano. Era de las clásicas chicas estas que creen que en las personas crueles y malvadas con otros, existe un niño, un niño triste, deprimido y lastimado, que aunque sea inconsciente (O conscientemente), hería a los demás para demostrar cuán herido estaba sí mismo.
Así que esta chica, de nombre Rosie ya antes descrita, tenía una personalidad casi tan tierna como su apariencia, quién se acercó a Mackenzie con la finalidad de convertirse en su amiga, y quizás... En algo más. Rosie, a pesar de su dulce personalidad, le gustaban esa clase de chicos violentos, o rudos, fuertes, que se liaban a golpes con cualquier chico por la calle. Eso, le hacía sentirse, de alguna manera protegida. Mackenzie a los principios la rechazaba muy seguido, nunca había tenido amigos así que sólo sabía estar solo. La compañía lo aturdía.
Pero ella quería ser su acompañante en su soledad, ella quería ser la luz que ella creía que él necesitaba. Claro, todo eso sin conocer el ego y narcicismo de Mackenzie, que ocultaba todo lo que pasaba por su cabeza. Mackenzie cada vez que la miraba sólo observaba a una chica hermosa, pero que sólo le interesaba por su trasero. Mackenzie siempre supo de los sentimientos de Rosie por él, pero él no creía en el amor, tampoco lo estaba buscando, ni planeaba encontrarlo por arte de magia. Sin embargo, Mackenzie fue descubriendo en sí mismo un fuerte sentimiento de frustración.
- ¿Por qué rechazo tanto a Rosie? – Se preguntó a sí mismo. Mackenzie sabía que Rosie era sensible, y cierta parte de su alma deseaba cuidarla, deseaba ser quién la protegiera. Justo cómo Rosie quería. Sin embargo, después de tanto pensar y pasar cada día más y más tiempo con Rosie, Mackenzie se dio cuenta de su incapacidad para amar.
Se preguntaba así mismo - ¿Por qué no puedo amar a Rosie? – Y se rompía la cabeza intentando encontrar otra razón lógica. Pero, Mackenzie, a pesar de aquellas ganas de amar profundamente, no podía hacerlo. Mackenzie era completamente incapaz de siquiera imaginarse frente a Rosie y decirle: - Rosie, te amo. – Aún así, había algo que él no podía parar de sentir por Rosie. Y era la lujuria que le provocaba su hermoso y blanco cuerpo, bien formado, provocativo aunque ella hacía lo posible para verse lo más decente posible. 

El asesino que nunca amó.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora