Capítulo 8: Perdidas

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HELEN

Consguí coger a Celine de uno de sus brazos y nadé hasta la orilla, donde la arrastré hasta dejarla con cuidado debajo de un árbol. Parecía estar inconsciente y no respondía a mis llamados, comencé a preocuparme de que no se moviera.

–¡Celine! Maldita sea, despierta.

Apreté los puños furiosa e intenté saber dónde estábamos pero por culpa de la altitud de los árboles no supe ver en qué zona del bosque nos encontrábamos. Escuché como Celine se quejaba y se dio la vuelta para toser, echando un poco de agua que había tragado y luego comenzó a abrir sus ojos.

Sonreí y observé como se incorporaba poco a poco hasta apoyar su espalda contra el tronco del árbol, suspiré aliviada y noté como me miraba confundida.

–¿Qué ha pasado? –preguntó mirando nuestro alrededor.

–Cuando me sujetaste para que no cayera, te diste un golpe contra la rama de un árbol y caíste al río. –le expliqué más tranquila. –Buceé hacia ti y te traje hasta aquí, no sé donde estamos.

–Gracias por salvarme. –sonrió y noté como mis mejillas ardían.

Celine hizo una mueca y observé como en la frente se había hecho un pequeño corte, por donde sangraba un poco. Llevó su mano hasta la herida y se sorprendió al ver un poco de sangre, para luego hacer una mueca.

–Espera.

Busqué en mi mochila, que por suerte no se cayó al río, y encontré una tirita que Carly me había metido en uno de mis estuches de maquillaje. Al quitarle el plástico protector se la coloqué con cuidado en la herida y me sonrió.

Ambas nos levantamos y decidimos caminar por el sendero que había cerca del río para poder encontrar a los demás y así no perdernos. Celine encontró su mochila atascada en una de las ramas de los árboles, y soltó un chillido angustiado al ver como su móvil había muerto.

–Pobre móvil, descansa en paz. –dijo guardándolo de nuevo en su mochila.

–Solo es un móvil, no llores por eso.

–Tú podrás tener todos los móviles que quieras, pero este me lo compré con mi primer sueldo. –dijo molesta. –A diferencia de tus padres, los míos nunca me han regalado nada, ni siquiera por mi cumpleaños.

Eso me dejó bastante intrigada y algo inquieta, no pensé que sus padres fueran de ese tipo de personas, aunque los míos no son tan diferentes. Lo que menos quería era regresar a mi casa, desearía poder quedarme en el internado para siempre o tener otra familia.

Seguimos caminando hasta que anocheció, Celine propuso dormir en una pequeña cueva que había encontrado, observé como hizo una pequeña fogata para mantenernos en calor y llevé mis piernas a mi pecho con la mochila y me abracé a mi misma.

–¿Quieres? –preguntó Celine, mostrándome una bolsa de patatas fritas con sabor a jamón serrano.

–No, gracias. No como ese tipo de comida, tengo un régimen estricto.

–¿Acaso eres modelo o qué? Ahora no están tus padres para controlar lo que haces, deberías ser solo tú. –sonrió mostrándome la bolsa.

A regañadientes cogí unas pocas para probar, y aunque no lo dijera me habían gustado. Celine parecía no tener complejo para mostrarse a sí misma tal y como es, esa era una de las cosas que más me gustaban de ella. Siempre he vivido tal y como mis padres me han enseñado, tal vez debería relajarme ahora que no están.

Celine colocó algunas hojas en el suelo para evitar estar incómodas, iba a negarme pero decidí callar y darle una oportunidad. Me acosté dándole la espalda a Celine para evitar que viera que sonreía.

Mi Vida, Mis Reglas [#1 Hill]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora