Innovar es de cobardes

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Llegaba tarde, otra vez. Ultimamente, llegaba tarde a todas partes. Estoy segura de que se debe a que nada parece encajar en mi vida. Mi trabajo no me llena. Seamos sinceras, cuando estudias literatura, lo haces con el deseo de convertirte en la próxima J.K Rowling, escribir un bestseller y hacerte mega famosa. Pero hacia tiempo que había perdido la inspiración o las ganas de intentarlo. El trabajo como dependienta de la pequeña librería de Lavapiés, que parecía prometedor al principio, también había dejado de ser lo mío.
El amor, tampoco es mi fuerte. Mis relaciones carecen de sentido, con tíos que no están ni cerca de ser para mi.
Lo único estable en mi vida son mis amigas. Somos inseparables desde que tengo uso de razón.
Y a eso precisamente, es a lo que llegaba tarde. Llevaba deseando nuestras cervezas de viernes toda la semana. Necesitaba a esas dos locas.
Solíamos quedar en el mismo sitio. Ya se había convertido en una costumbre. Pero hoy, mi querida Cris, había decidido que era el momento de innovar. Con la excusa de necesitar nuevos aires, nos había convencido de trasladar nuestra reunión semanal al moderno local en el que trabajaba su chico. Bueno, más bien, el que ella quería convertir en se nuevo ligue.
No me gusta innovar. Soy de esas personas que prefieren lo conocido, su pequeño lugar seguro. Pero me consideraba una buena amiga, y no podia negarle a Cris, la posibilidad de un buen polvo.
Y justo entonces, de camino a ese nuevo lugar, me tropiezo con el único punto conocido, al que nunca desearía regresar.

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