Alpha Centauri.

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Era el día número 14623 que espiaba fuera de aquella vieja librería. Sabe que le observa, sabe que a quien espia se da cuenta de que él está allí, no era un tonto antes y no hay duda que tampoco lo era ahora.

Y es decir, cuando un Bentley se estaciona al otro lado de la calle de tu local todos los días durante tanto tiempo... Es bastante obvio para cualquiera darse cuenta que no es una situación normal.

Aunque, Aziraphale, (o mejor conocido como Fell que era el nombre que adoptó desde su caída) era un demonio bastante desconfiado, por algún motivo nunca hizo nada contra su acosador. Tal vez era alguien que Lucifer mandó para mantenerlo vigilado y que no cometiera el mismo error qué había cometido en su vida pasada.

—De seguro es un pobre lacayo de clase baja -pensaba siempre que veía el vehículo estacionarse en frente- condenado a ver para siempre mi aburrida vida en este mundo sin sentido.

Era bastante curioso, a veces sentía ganas de chasquear sus dedos y hacer que el auto explotara. Pero siempre había algo en su interior que le gritaba que no... ¿Eso era bondad? Que asco.

Todo habría sido normal, e igual de aburrido que otros días. De no ser que por primera vez escuchó abrirse la puerta del auto al otro lado de la calle. Sabía cuál era porque hizo un extraño chillido que nunca había escuchado en las puertas de ninguno de los autos aparcados cerca.

Giró su cabeza con curiosidad para ver quién era su misterioso acosador. Quedó un tanto... Sorprendido al ver bajar del auto a un ser vestido de blanco y con largos rizos pelirojos acomodados en una trenza que caía en su espalda. Este se dirigió a su librería. Eso no era un demonio. Estaba completamente seguro de ello ahora, lo que le hizo activar su desconfianza.

La campana de la puerta sonó, y aquel ser entró a la librería, observando a Fell con sus ojos color miel que eran posiblemente los ojos más hermosos que jamás vio.

—¿En qué puedo ayudarle? -preguntó el demonio con obvia desconfianza en su voz-

—Y-yo... Emmm... Busco libros de Óscar Wilde...

Fell levantó una ceja mirando a aquel tipo de pies a cabeza. Parecía tímido pero a la vez bastante imponente con su altura y su esbelta figura.

Su aroma... Su aroma es algo que no pudo evitar reconocer.

—¿No tienes otra librería dónde buscar tus libros de Wilde, ángel?

—...¿Eh? -exclamó el pelirojo con un poco de miedo-

—Me escuchaste. No te quiero cerca de mí, ángel. No sé que planea tu lado, y si quieres hacerme daño te atravesaré el cuello con una espada.

—...Es... ¿Cómo sabes que soy un angel?

Desprendes ese olor por todos lados... -hizo una mueca de asco- esa mezcla de lirio y lavanda en tu piel... ¿Crees que no sé a qué huele el cielo?

—...Sé que sabes perfectamente a qué huele el cielo, Aziraphale...

El demonio tomó a aquel pelirojo del cuello de su camisa y lo acercó hasta él.

—¿¡Quién te dijo eso!?

—¿D-de qué hablas? -preguntó nervioso-

—¡Mi nombre... Mi nombre de Ángel!, ¿¡Quien mierda te lo dijo!?

—Por favor, calma.

Nuestro castigo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora