26 de diciembre de 2018 (Parte 2)

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- ¡Qué peliculón! - grita Davinia nada más encenderse las luces.

- ¡Eh...! ¡Sí! Estuvo muy guapa - escucho a Amelia reírse detrás de mí.

- ¿Ahora qué vamos a hacer? - pregunta la mini rubia.

- ¿Qué te apetece, mi amor?

- No sé, elijan ustedes. Como si quieren irse ya.

- ¿Estás cansada?

- Un poco.

- Pues vámonos, entonces. ¿Te queda con abu?

- ¿Están las primas?

- Creo que sí.

- ¡Valeeee!

- Bien, pues pasamos por casa a buscar las cosas.

- Mamá, aún tengo todo en casa de abuela.

- Cierto, pues vamos.

  Cuando Davinia no nos mira, me acerco por detrás a Amelia.

- No me irás a presentar a tu madre ya, ¿no? - se ríe.

- No, boba. Ella sube sola, pero mi madre ya sabe de tu existencia, así que... Cuando estés lista.

- Es broma, ¿verdad?

- ¡No! Tuve que contárselo. No se lo tomó a mal, al contrario, me dijo que mientras fuera feliz, ella está bien con esto.

- ¡Madre mía! Pues nada... Si quieres, subo.

- ¿Quieres tú?

- ¿Para qué alargarlo? - la he visto sonreír en muchas ocasiones, pero ninguna se compara a la sonrisa que se le forma al oírme. Su emoción es tan grande que hasta me coge de la mano.

- ¡Te quiero! - me besa en el cachete y así, de la mano y sin soltarnos, vamos en busca del coche.

   En 10 minutos llegamos a la casa y estoy hecha un flan, solo espero gustarle a la madre.

-¡Mamá! Ya llegamos.

- Hola, mi hij... ¡Oh! ¿Es ella? - a Amelia se le ilumina la cara.

- Sí, mamá, ella es Luisita. Luisita, Devoción.

- Así que tú eres la muchachita que tiene loca a mi hija, ¿eh? ¡Encantada!

- I... Igualmente.

- Es más guapa en persona, hija. Muy bien.

- ¡MAMÁÁÁ! - ¿puedo convertirme en avestruz y esconder la cabeza bajo tierra? ¡Qué vergüenza!

- Solo digo la verdad. ¿Van a tomar algo?

- No, nos vamos, queremos aprovechar lo poco que queda de tarde.

- ¿Ya? Pero si aún no he tenido tiempo de conversar con mi nuera.

- Otro día, mami. Te lo prometo.

- Bueno... Pues ven que te dé un beso, mi niña - me acerco con timidez y me abraza. - ¡Gracias por hacer feliz a mi hija!
    Al separarnos le sonrío. Madre e hija se despiden también y luego nos despedimos de Davinia.

- ¡Vamos, Luisita! - me coge la mano y salimos de la casa. - ¿Qué tal?

- ¡Bien! ¡Muy bien! Tu madre es muy agradable.

- ¡Sí! Es la mejor del mundo. Bueno... ¿estás lista?

- ¿Para qué?

- Para nuestra noche...

La Maestra y La (no) Alumna Donde viven las historias. Descúbrelo ahora