Capítulo 2

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Traté de crear todo un diálogo en mi cabeza. Imaginé posibles saludos, algo que decir para “romper el hielo”, cosas que él diría. Estaba creando una conversación y esperaba que él la siguiera porque si no lo hacía me iba a quedar como tonta, sin saber qué decir.

— Hola. — dije al momento que me giraba para que me viera de frente. Diablos, en mi imaginación no decía “hola”. Ya lo arruiné.

— ¿Jay? ¡Jay! — se veía sorprendido de verdad. — Te… te ves… te ves bien.

Me estudió de pies a cabeza. Estaba en un hospital, debían ser como las 12 de la noche, con un vestido guindo, mis tacones, un tanto despeinada.

Yo también lo miré de pies a cabeza. Seguía siendo más alto que yo, el cabello lo traía despeinado, como si recién se hubiera despertado. Y ese mi último pensamiento fue confirmado con las sombras moradas debajo de sus ojos que coloreaban su pálido rostro. Se veía cansado pero seguía teniendo esa sonrisa que, en realidad, no había olvidado. Se veía bien, realmente bien.

Se pasó una mano por el despeinado cabello.

— Tú te ves como todo un doctor. — respondí yo.

— Pues eso es lo que soy. —Y soltó una carcajada que fue música para mis oídos. — ¿Estás bien? ¿No tienes nada?

— No, doctor. — intervino la enfermera. — El paciente está en emergencias. No es nada grave, pero requiere su intervención.

— Oh… bien. — se aclaró la garganta como si así volviera a su papel de doctor. — Iré a verlo. Acompañe a la señorita a sala de espera.

La enfermera asintió con una sonrisa y lo miró hasta que desapareció de nuestras vistas. Podía jurar que lo estaba desnudando con la mirada. Definitivamente esta enfermera no me agradaba. La ignoré y me dirigí a uno de los asientos que parecía cómodo. Crucé mis brazos y mis piernas y permanecí observando a la enfermera aunque en realidad no pensaba en ella.

No consideré que algún día tendría la oportunidad de volver a entablar una conversación con Alex. Es que, enserio, ¿cuántas posibilidades existen de volver a ver a alguien de tu “juventud”? Yo creía que cero. Es un país grande, con muchas personas, muchas cosas ocurren, entonces sí, creí que era un cero. Pero al parecer estaba equivocada y eso que tengo la razón en todo.

Se suponía que solo sería una pequeña cirugía y ya eran las 2:30 am, estaba cabeceando y solo deseaba regresar a mi hermosa cama para  dormir hasta las 12 del mediodía.

— Hey… — la voz masculina hizo que abriera mis ojos de golpe y parpadeara varias veces para asimilar dónde estaba.

Alex estaba de pie frente a mí, con una sonrisa que parecía incómoda. Me extendió un vaso de café.

— Gracias. — tomé el café con ambas manos.

— No es tan bueno, pero es lo que hay. — se sentó a mi lado. — Tu… eh… tu… ya está bien. Tiene que pasarle la anestesia y podrá irse a casa.

— Gracias. — repetí y probé un sorbo del feo café. Parecía agua con unas 2 gotas de café. Evité poner cara de asco.

— ¿Le rompiste la nariz? — preguntó Alex, riendo.

— ¿Qué haces aquí? — pregunté, ignorando lo que dijo.

— Trabajo aquí, creo que eso es obvio. 

— No me dijiste que ibas a venir.

— Tú no me has dicho cosas en años. — murmuró, no lo suficientemente bajo. Puse los ojos en blanco y solté un gruñido. — Amm, puedes arreglar la salida de tu… ehh… la salida con la enfermera. Mi turno terminó.

Cierra los ojos, por favorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora