La noche de la fiesta de “Bienvenida a Illinois, Ro” era una noche un poco fría. Había estado lloviendo toda la tarde y tenía muy pocas ganas de salir de mi cama. Tenía la laptop encima de mis piernas, con Facebook abierto en el perfil de Alex.
Estos últimos días me convertí en una stalker de primera. Pero tenía un justificativo: necesitaba saber que Alex seguía siendo el Alex que dejé a los 17 años. Bueno, aceptaba que cambiara en algunas cosas pero no en todo y quería asegurarme que las cosas importantes siguieran allí.
Todo parecía correcto menos el hecho de que la tal Angie seguía dejándole mensajes en su muro. Ni siquiera quería imaginarme qué le decía por inbox. Me ponía de mal humor creer que tal vez él si había encontrado otra Jay, alguien que ocupara mi lugar.
Yo solía ser dura con Mar cuando ella empezaba con sus dramas cursis de pareja, esto no era un drama cursi de pareja pero debía ser dura conmigo misma.
— No importa. — me dije a mí misma en voz alta. — Ella no está aquí, tú sí. Aprovecha eso.
Así que iba a aprovecharlo. Me puse de pie, me di una rápida ducha porque Alex llegaría a recogerme en cualquier momento. Me vestí como siempre, jeans negros, una blusa color crema y mis zapatillas deportivas negras. Me puse un collar y entre mis manillas encontré el brazalete que Alex me dio en uno de mis cumpleaños. No estaba segura si debía ponérmelo, solía usarlo pero no estaba segura si hoy tendría que hacerlo. Pero como también era mi brazalete de la suerte decidí que debía usarlo así que lo puse en mi tobillo, asegurándolo bien para que no se cayera.
Metí todo el dinero que pude en los bolsillos de mi chaqueta y mis jeans y terminé de maquillarme un poco justo a tiempo porque me llegó el mensaje de Alex que decía que estaba abajo.
Diablos, estaba nerviosa.
— Saldré. — le informé a Mike mientras corría hacia la puerta del departamento.
— ¿A dónde? — preguntó él, corriendo más rápido para ponerse de pie en la puerta y no dejarme salir.
— Afuera.
— ¿A dónde? — insistió. — No irás a salir con el viejo del café, ¿cierto?
— No. Muévete, llegaré tarde. — traté de empujarlo pero apenas se movió. — Te doy dos opciones: 1, puedo golpearte en la nariz y volver a romperla, o 2 te pateo en los testículos, ¿cuál te parece mejor?
— Mejor dame un beso. — me rodeó con un brazo la cintura e intentó acercarme a él. Estiré mi mano y le di un golpe en el pecho.
— No intentes hacer eso de nuevo. — le advertí. — Si te dije que saldría era para avisarte, no para pedirte permiso.
El único que me daba órdenes era mi celular para avisarme que debía cargar la batería. Desde que comencé a intentar ser independiente fue así. Aceptaba las órdenes de mamá porque aún me mandaba algo de dinero y además es mi madre, puedo tener 40 años y ella seguirá siendo la que manda.
— Mueve tu enorme trasero. — dije enojada, esperando que mi tono fuera suficiente para que se moviera, pero el chico es más testarudo que yo… a veces. Así que una mujer tiene que hacer lo que tiene que hacer. Fui rápida y mi puño chocó contra su estómago, tampoco fue muy duro pero fue lo suficiente para que se doblara un poco. Lo empujé a un lado. — Me obligaste a usar la violencia. Duerme bien.
Y salí prácticamente corriendo para que no me alcanzara. Bajé las gradas a toda velocidad y solo cuando llegué a la planta baja del edificio intenté regular mi respiración agitada.
— Hola. — saludé a Alex al verlo. Estaba apoyado contra el auto.
— No se te pierde la vieja costumbre de llegar tarde. — comentó abriendo la puerta de su auto. Puse los ojos en blanco y me acerqué hasta la puerta del copiloto.