Cuando se le ama

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Su mirada a la distancia, suficiente para derribar mis muros y seguridades.

Cada una de sus palabras, la peor de las dolencias, y la más cara de las soledades.

Solo él me hacía sentir de tal manera.

Cuando todo lo conocido caía, pisado por una invisible manía. Tiempo de ser menos, por una razón particular.

Mis opiniones, siendo pequeñas hormigas con alas de papel.

Tonterías seguidas de palabras temblorosas. Nerviosismo y búsquedas apresuradas, cuyos atardeceres se pintaban únicamente de rojo.

Kilómetros marcando la melancolía, diminutas gotas borrando las mejillas, haciendo de la mente, no más que una especulación.

Si bastaba un par de versos para que mis fuerzas fueran nulas,
¿cómo pensaba soportar estrofas enteras?

Aunque fueran solo pensamientos.

Así, en la indecisión e ignorancia no tan avanzada, las historias de aquellas se volvían inútiles.
Después de admirarlas tanto, caía en las mismas.

Juramentos quebradizos, promesas vueltas al aire. Menos de una pequeñez, escondida en un armario agujereado por moléculas de estrellas.

Ideas tan frágiles, sin sustento alguno.

Cuando el sentimiento pasa a estar en segundo plano y la agonía ocupa el primero.

Llantos de pena para los oídos que quieran sentir,
aunque sea un poco, cómo es la inseguridad que se vive cuando se le ama.

Porque el amor se convierte en la peor de las ataduras.

EpifaníaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora