Me maravillo, me maravillo en la pequeñez de las cosas, en el poco sentido y en la insignificancia de los sentimientos.
Me pierdo, en los pensamientos de la frivolidad con la que se discurre, en el ínfimo interés y en la irracionalidad de los conceptos.
¿Es acaso mi apreciación por lo modesto, lo que suscita mi escepticismo, al reparar en la poca atención a los pequeños y simples detalles?
En la fuerza del viento, o en las figuras que integran las gotas de lluvia al deslizarse por un sucio cristal.
Son aquellas, pequeñas e irrelevantes peculiaridades, las que gratifican mi sentir y pasión por lo esporádico, por lo que lo hace sustancial e inherente a la vida y a la felicidad misma.
Es el olor a tierra mojada, es la sensación de arena bajo los pies, el crujido de las hojas al ser pisadas y la fascinación consecuente a un vistazo al cielo en una noche de estrellas.
Es una mirada tímida, de dos personas amándose en secreto, es apenas un suspiro o la nostalgia de un momento.
Son las letras de canciones, las emociones que conlleva. Es la guitarra, y la caricia de sus cuerdas. El piano, y el deleite de sus teclas y por mucho, el murmullo de la naturaleza.
Son detalles, son instantes, que significan y que valen.
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Epifanía
PuisiSon intentos. Simples y vagos intentos de búsqueda. Miradas al cielo, y pérdidas entre estrellas...respiros. Son caricias, son anhelos. Es la distancia, es el tiempo. Son palabras, y el significado ausente. Es la melodía, en el silencio inerte.