¿Era el fin?, o es que ¿Realmente se estaba desvaneciendo frente a mí?
Las llamas corrían por su cuerpo, el fuego se apoderaba de ella, cada brillo resplandecía por cada cabello.
-¡Ayuda!-suplicó, mientras intentaba no ahogarse por el humo que había dentro. Cada una de sus plumas empezaba a volar, sus alas comenzaban a encogerse al igual que ella.
Pluma por pluma caía y luego se encendía a causa del fuego, lágrimas rodaban por sus mejillas, era ella, realmente, lo era, su verdadera vida salía al fin.
-¿Por qué me haces esto? Preguntó
- No soy yo, esto mismo te lo has hecho tu misma- respondí, aunque la verdad era que ambas estábamos en esto, yo tenía una de sus plumas y mi decisión era acabar con ella por todos los problemas que había causado tanto en el cielo como en la tierra.
-¿Y entonces por qué estoy en el infierno?
- Por tu propia decisión- contesté, pude ver su rostro de confusión, ya no había marcha atrás, aquel ángel se estaba consumiendo, sus ojos comenzaron a entrecerrarse, sus largas, delgadas y delicadas manos salieron de aquella cadena que las sostenía, su cuerpo cayó.
-- Prometiste salvarme, y ahora mírame, estoy muriendo
Observé con calma su cuerpo, todas aquellas batallas en las que había participado antes de caer del cielo; esa bella chica que lucía como cualquiera en la tierra de humanos, aquella joven tan débil a simple vista pero valiente como un guerrero estaba sufriendo; por un momento decidí apiadarme y dejarla vivir, aunque sé que me arrepentiría, no caería en otro de sus engaños, no, no de nuevo.
Y comenzó a tomar una posición fetal.
-¿Ahora? -Susurró
-Ahora- asentí
Su cuerpo se envolvió en llamas, mientras este la rodeaba, sus alas comenzaron a desaparecer formando una gran cicatriz en su espalda, con la misma posición comenzó a lamentarse en sus sollozos.
La joven con vanidad, tan linda cuando sonreía, cuando caminaba, la manera de hablar, su inteligencia, la perfección que creía llevar, todo aquello que siempre tuvo estaba desvaneciéndose a causa de los errores que cometió.
El cuarto seguía ardiendo, pero ahora había una chica con piel gris, ojos vacíos, cicatrices, sin identidad tirada en el suelo.
Una de sus plumas se balanceaba en el aire, en cuanto ésta cayó en mis manos, el cuerpo de la chica desapareció.
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La vanidad que fue quemada
Novela JuvenilAlgunos errores te llevan a la muerte No olvides dejar un comentario con tu opinión acerca de la historia Twitter- @frida_estrada