Lunes 19 de Noviembre de 2007.
Se abrió paso el sol una fría mañana de noviembre a través de las nubes que se posaban suavemente en el cielo dejándose llevar por el viento.
Todo parecía normal en aquella mañana. El ajetreo de las 8:00 de todos los lunes. Las madres levantando a sus hijos para llevarles al colegio mientras preparaban el desayuno, niños aún adormilados despertándose con el susurro en el oído de sus madres, adolescentes cansados, desganados para los exámenes de las semanas siguientes.
Pero esta mañana algo parecía estar lejos de esa normalidad en casa de los Clinton, una familia de 4 que vivían a las afueras de Barcelona.
Anna Clinton, la mujer de la casa, de poca estatura, pelo negro rizado con ojos azul cielo y piel blanquecina de unos 37 años.
Robert Clinton, el marido trabajador, alto, de piel morena pelo negro y ojos color avellana de unos 40 años.
Joy, adolescente de 15 años, bastante alto para su corta edad, de pelo negro y ojos verde esmeralda y con una pasión inimaginable por el fútbol.
Y la pequeña Abby, de 11 años largos, con el pelo negro y la piel como la de su madre y ojos verde esmeralda que iluminaban todo lugar por el que pasaba. Algunos dicen que un poco pequeña en comparación con los niños de su edad, pero eso a ella no le importaba. O eso creía.
Se hallaban los dos hermanos en la mesa de la cocina junto a su madre, los tres con el desayuno preparado.
A Anna se la veía tensa, pensativa. Pero sobre todo callada, algo que nunca hacía. Miraba intranquila a su hija desayunar con una mirada apagada, triste y suspiraba.
Pasaron 10 minutos y se dispusieron a ir camino al instituto de Joey, estudiante de 4º de la ESO.
Se montaron los tres en el coche, pero esta vez Joey no se sentaría delante con su madre, ese día sería Abby quien ocupara ese sitio. Joy rechistó sin éxito alguno y finalmente se fue a sentar a la parte trasera de la Kia carnival de su madre para empezar el corto camino hacia el instituto. A dos minutos del instituto andando, Anna encontró un aparcamiento y dijo:
- ¡Vaya! ¡Qué suerte! Por primera vez en todo el curso que encuentro un sitio ¡Y con tiempo! ¡Todavía son las 8:20!
-Chss – Respondió Joy con la voz suave intentando hacer callar a su madre– Anna se ha dormido.
- Vaya Tienes razón – Respondió Anna intranquila mirando a su hija.
Tras esa conversación Anna cogió su bolso, abrió el bolsillo de la parte de atrás de este y cogió tres chicles de la caja de los Smint de fresa y le dio uno a su hijo.
Joy intuyó con esa acción que pasaba algo, pues su madre nunca le da uno de esos chicles. Siempre le decía que no le gustarían. Pero esa vez se los dio. Así que Joy le preguntó a su madre que qué la pasaba. Que estaba rara. Esta respondió:
- Voy a aprovechar que tu hermana está dormida Espera.
Dicho esto cogió de nuevo su bolso y se puso a hurgar en él, parecía buscar algo.
Cuando encontró lo que buscaba suspiró aliviada y se dio la vuelta para hablar con el chico.
-Mira – Dijo tendiéndole a su hijo una especie de libreta de color morado pintada con Ceras – Es de tu hermana.
- ¿De Abby? – Preguntó Joy extrañado - ¿Qué es?
- Es su diario. – Respondió su madre con un tono triste, roto, casi con lágrimas en los ojos – Lo encontré ayer debajo de su almohada después de llevarla al colegio. Lo leí por la mañana. Ojalá me hubiera dado cuenta antes de todo
- ¿Por qué lo leíste? ¿Tan grave es lo que pone?
Cuando Anna abría la boca para articular palabra entre sollozos, muerta de miedo, Abby empezó a moverse señal de que estaba despertando.
- Luego hablamos hijo Buena suerte con el examen de matemáticas de hoy. Te quiero.
El chico abrió la puerta lateral del coche preocupado, y caminó hacia el instituto cabizbajo. Aunque por suerte para Anna, los movimientos de Abby despertándose fueron falsa alarma, seguía dormida.
Así que Anna, se tranquilizó, encendió el motor de su kia y procedió a continuar su camino.
Pero no como todos los días, hacia el aparcamiento del colegio de Abby. Sino para un lugar que le cambiaría la vida a la aparentemente feliz Abby, para siempre.
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Crónicas de una luchadora. (parada temporalmente)
RandomAbby aparentaba ser una niña cualquiera. Alegre, extrovertida, con ganas de vivir e ilusión para dar y regalar cada día. Repartía felicidad por donde iba, con esa sonrisa y esos ojos verdes esmeralda. Tras ciertos acontecimientos en su vida , todo...