Cuando Anna llegó al aparcamiento de ese lugar, se bajó del coche y tras un suspiro se dirigió a abrir la puerta de su hija.
- Llegó la hora de despertarse pequeña – Dijo Anna acariciándole suavemente dejando pasar sus dedos sobre el negro pelo de la pequeña llevándose consigo algo menos de un mechón de éste.
Esto pareció entristecer muchísimo a Anna cuyos ojos se llenaron de lágrimas, y tras secarse una de ellas que caía deslizándose sobre la mejilla derecha de su cara, miró el reloj, terminó de despertar a su hija y se dirigió hacia la puerta de ese lugar.
Anna se dirigía hacia un lugar “nuevo” para ambas. Aunque quizá era más nuevo para Abby que para su madre, que parecía conocer bien el camino que tenía que coger mientras paseaba por los pasillos de ese lugar con la pequeña Abby en cogida de su mano todavía adormilada.
Abb (Como le gustaba a su madre llamarla) parecía confusa, no sabía dónde estaba, pero prefirió no preguntar nada y decidió esperar a que su madre se lo explicara todo. Sólo sabía que aquel lugar no era su colegio. Tenía la nariz y las manos coloradas del frío, como era costumbre en madre e hija los inviernos. Aunque a su madre se le ponían incluso más rojas que a la pequeña sobre todo cuando estaba nerviosa, como en aquel momento.
Anna siguió andando durante un par de minutos, subiendo escaleras y atravesando largos pasillos llenos de sillas con gente con miradas cansadas y apagadas sobre ellas y de puertas altas y de diferentes colores pastel a ambos lados. Esos pasillos daban a rellanos que pertenecían a una unidad determinada, y esos rellanos conducían a pasillos con grandes ventanales que desembocaban en otro rellano de una unidad diferente.
Anna pareció encontrar lo que buscaba. “Unidad infantojuvenil” escrito a letras mayúsculas en el letrero de una puerta al final del pasillo.
Anna abrió la gran puerta, suspiró y se sentó en una de las sillas azul marino metálico de ese rellano y sentó a su hija en la de al lado
- Mami, ¿dónde estamos? – dijo Abby ya totalmente despierta y jadeando de lo rápido de andaba su madre con ella cogida de la mano.
Anna miró a su hija, seria, decepcionada. Se levantó y fue a la ventana de recepción.
- Quería saber donde tengo que ir - dijo entregándole un papel sellado a la recepcionista.
- ¿Abby Clinton?
- Sí.
- Un momento – Dijo mirando la pantalla del ordenador. Tras unos momentos dijo: “T 9 unidad infantojuvenil”
- Muchas gracias.
Tras esto Anna volvió a donde se encontraba sentada su hija, la que le volvió a preguntar dónde se encontraban. La mujer sin ganas de hablar lo que hizo fue buscar en su bolso la libreta que le había enseñado a su hijo en el coche.
Abby al ver esa libreta palideció. Supo desde el principio qué era. Sin decir ninguna palabra abrió un poco la boca con la intención de decirle algo a su madre, quizá preguntarle qué hacía con eso, pero no pudo, y en su lugar, empezó a temblarle el labio inferior.
- ¿No tienes absolutamente nada que decirme Abby? - dijo con seriedad y tristeza Anna al ver que su hija no respondía a lo que la decía.
- ¿De dónde has sacado eso? - dijo al rato de escuchar sus palabras con una voz cansada, vacía.
- De debajo de tu almohada.
Tras oír eso, la tristeza de la pequeña se transformó por completo en ira. Estaba enfadada con su madre, por hurgar en sus cosas.
Pero no dijo nada. Se limitó a extender su brazo para coger el diario que tenía su madre entre las manos arañado con las uñas. Anna se dio cuenta de las intenciones de su hija y lo volvió a guardar rápidamente en el bolso antes de que lo alcanzara.
- ¿Me puedes decir dónde estamos? - Contestó reprimida tras no conseguir lo que quería.
- Estamos en nuestro hospital de Barcelona capital. En la USM: Unidad de salud mental, unidad infantojuvenil.
"USM: Unidad de salud mental". Estas palabras retumbaron en el corazón de Abby que latía más fuerte que nunca y parecía romperse a cada latido.
"Yo no necesito un psicólogo, no estoy loca, no necesito ayuda. Yo lo único que quiero es un cambio de vida, de todo. No necesito un psicólogo que me diga lo que tengo que hacer, yo eso ya lo sé, y lo llevo intentando dos años. Sin resultado. ¿Y ahora esto?" - Pensaba Abby.
Abby sólo pensó. No quería decir nada, sabía que si decía algo, sus ojos romperían en lágrimas. Y prefiere evitarlo. No quería llamar la atención, que nadie la viera, sólo quería desaparecer por unos momentos. ¿Tan difícil era que la hicieran caso y la dejaran vivir como ella quería?
No pensaba que fuera tan complicado.
De repente, mientras Abby andaba perdida en sus pensamientos acerca de las palabras que acababa de oír, sonó una voz metálica que parecía de mujer a través de los altavoces de esa unidad.
-"Abby Clinton" - Decía esa voz
Anna se levantó de su silla. Abby suspiró y se levantó también.
- Abby, tú quédate aquí de momento, entraré yo primero.
Tras oír estas palabras Abby estaba más tranquila.
"Al menos tengo unos minutos de tranquilidad antes de entrar ahí" - Pensó.
Le cambió la cara al oír hablarle a la mujer la cual su madre había dejado a su cargo.
La mujer le decía que era muy guapa, que ese lugar no era malo, que la iban a tratar muy bien y la iban a ayudar mucho.
Pero ella no lo creía así.
Había chicas más guapas que ella, sólo era normalita; ese lugar sí que es malo si no querías ir allí, y ella no quería, estaba deseando salir corriendo de allí. Y si recordara qué camino tenía que tomar lo haría; No quería que la trataran bien un par de desconocidas, ya lo hace su madre en casa, aunque esta vez no entiende por qué ha hecho lo que ha hecho; No quería ayuda, no la necesitaba. Estaba bien. O eso creía.
Se limitó a decir un cortante vale para que esa mujer dejara de hablarla y volvió a sus pensamientos.
"Quizá los últimos años sí hubiera estado un poco mal, por lo que ponía en el diario, pero sólo buscaba un cambio de colegio, se lo había dicho a su madre mil veces. Pero no la hacían caso."
Su hermano se reía de mi cada vez que decía nada, smi madre me abraza, pero se limita a ello, no hace nada más. Y mi padre... Bueno, mi padre nunca está en casa para ver cómo estoy.
Yo sólo quiero encajar en algún lado. Pero estoy sola.
Quizá es cierto lo que dicen sobre que no vales para nada. - Se decía a sí misma cada vez que se miraba en un espejo, o se vestía. Cada vez con más rabia.
Pero eso no tenía nada de malo, era la realidad para ella, la habían hecho creérselo a la fuerza, y nunca mejor dicho.
¿Que escribía Abby en ese diario para que su madre la hubiera llevado a ese sitio? ¿Tan malo era? ¿Que estarían diciendo ahí dentro su madre y ese psicólogo? ¿Cómo saldría de esta ahora?
Demasiadas preguntas...
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Crónicas de una luchadora. (parada temporalmente)
RandomAbby aparentaba ser una niña cualquiera. Alegre, extrovertida, con ganas de vivir e ilusión para dar y regalar cada día. Repartía felicidad por donde iba, con esa sonrisa y esos ojos verdes esmeralda. Tras ciertos acontecimientos en su vida , todo...