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El balón botó una vez, lentamente, luego otra más rápido, y cada vez más y más rápido. El sonido provocaba eco en el auditorio, y las zapatillas deportivas rechinaron contra el piso especial que utilizaban para una cancha de baloncesto. Ino abrió un poco los ojos, claramente sorprendida ante la velocidad del aquel chico de tercero. No era la primera vez que lo veía, por supuesto, como su novia asistía a sus prácticas cada tres veces por semana, pero siempre terminaba admirando el talento de Yahiko para el básquetbol. Parecía bailar en una gran pista mientras esquivaba a sus oponentes, aunque nunca se lo diría directamente porque Yahiko respondería que no es ese tipo de chicos que saben bailar.

Y entonces, su novio encestó en un gancho perfecto. Se burló de sus contrincantes imaginarios (porque ya todos se habían ido excepto él) y sonrió satisfecho por su jugada. A ella le encantaba su sonrisa y cómo sus colmillos sobresalían cuando lo hacía, y él la miró contento y orgulloso. Ino respondió a su gesto, y con los ojos celestes parecía decirle, ¡Hey, lo lograste!

Yahiko levantó la pierna derecha al aire, señalando su tenis negro con rojo. Ino carcajeó, feliz. Él siempre hacía lo mismo en cada uno de sus juegos, como una especie de cábala de buena suerte, algo que solamente entendían los dos, que era de ellos y de nadie más.

Comenzó cinco meses atrás, casi al inicio de las actividades en los clubes escolares, Yahiko e Ino se conocieron gracias a ese par de tenis, cuando Ino salía muy molesta de su club de teatro, marchando tan ferozmente que por accidente pisoteó uno de los famosos tenis del muchacho, que estaba cambiándose el calzado en ese segundo. Inmediatamente se formó entre ellos una especie de aura siniestra, en donde se dedicaron una mirada de pocos amigos. Lo que ambos desconocían era que, desde ese momento, también se creó una chispa que los conectó perfectamente.

Y al día siguiente se repitió lo mismo. Cada vez que se encontraban, los zapatos parecían sufrir graves consecuencias, como si los tenis de Yahiko estuvieran destinados a la desgracia por parte de Ino. Y sucedió así hasta que de alguna forma terminaron como novio y novia. Yahiko quería muchísimo a Ino, y ella a él.

—¡Hey! —saludó él, acercándose sudoroso hasta las gradas—. Estás aquí.

—Como siempre —sonrió divertida—. Como todos los jueves por la tarde.

Él rodó los ojos. Iba a besarla, mas ella interpuso la palma de la diestra enseguida.

—¿Qué?

—Estás empapado de sudor. No voy a besarte así.

Yahiko hizo un gesto, sin comprenderla del todo. Luego la jaló fuerte del brazo y la juntó a su cuerpo, abrazándola por la espalda. Ino se sonrojó un poco, pero sintió las gotas pegajosas escurriéndose por sus hombros.

—¡No, tonto! —hizo un esfuerzo por alejarse—. ¡Suéltame!

—Ni loco, preciosa —rodeó su cintura con ambas manos. Con todas las malas intenciones restregó su cabello rojizo y mojado en el cuello de ella.

—¡Ahh! ¡Asco! —se quejó, pero después rió.

Yahiko le hizo compañía. Amaba ver a Ino feliz, sobre todo cuando él era quien provocaba esas sonrisas. Y con esa idea en mente, Yahiko comenzó a repartir múltiples cosquillas por todo el vientre, provocando que la rubia pataleara y estallara en carcajadas que llenaron todo el gimnasio. Afortunadamente se encontraban solos, de lo contrario alguien ya les hubiera pedido guardar la compostura. Todos en el instituto sabían del romance de la despampanante chica de primero con el atractivo deportista de tercero, pero siempre existían los envidiosos que no desaprovecharían cualquier situación para meterlos en problemas. Así que pasado un minuto, Yahiko la soltó y la dejó respirar.

El chico nerdDonde viven las historias. Descúbrelo ahora