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Sasuke bostezó un par de veces cuando despertó. Movió su cuerpo a la derecha y se quedó un largo rato observando el reloj con forma de esfera Jedi. Lo tenía sobre una mesita junto a su cama; se suponía que ese reloj tenía diferentes soundtracks de Star Wars que podía utilizar como despertador. Le había costado una fortuna en alguna página de Internet, y sin embargo, no lo pudo escuchar.

Él soltó un gruñido sonoro y se despeinó los cabellos azabaches, que enseguida le cayeron encima de la frente. Estaba muy cansado. Supuso que, aunque se esforzara, no podría llegar a la primera hora de la clase. Así que se quedó acostado por unos minutos más. Ya no dormiría, porque de cualquier forma ya no podría hacerlo. Y miró al techo, a nada en particular, solamente contemplaba un agujero diminuto que había en una esquina. Siempre le molestó que existiera. De niño a veces le era imposible dormir porque creía que cuando cerrara los ojos los monstruos más aterradores iban a salir por allí a devorarlo. Ya no creía en monstruos o fantasmas, por supuesto, pero seguía molestándolo.

Y sin saber cómo, los minutos pasaron y el reloj marcó las 9 en punto en un santiamén. Sasuke bufó, todavía tenía muchas ganas de permanecer en cama, sentía que no había descansado lo suficiente, quizás porque se durmió a las tantas de la madrugada viendo animé en Netflix. Y aún así tuvo que apresurarse a vestirse lo más rápido posible si quería llegar puntual a la segunda hora.

Se miró en el espejo de la sala, se ajustó el cuello del uniforme, sin incomodarse por su peinado rebelde de chico despreocupado. Asomó la cabeza por la cocina y saludó a su madre antes de salir. Inmediatamente el frío le hizo sacudirse ligeramente, entrecerrando los ojos ante una brisa muy densa. Como apenas comenzaba el otoño, Sasuke no se preocupó por llevar bufanda, y aún así el viento le erizó cada uno de los vellos de la nuca. Finalmente, se subió a su bicicleta y comenzó a andar.

Tenía un humor de los mil demonios. Estaba enfadado porque esa mañana no se había duchado, ni siquiera había desayunado el pan tostado con mantequilla que tanto le gustaba. ¡Y vaya que tenía hambre! Estaba enfadado consigo mismo, pues a pesar de haber puesto la alarma a las 6 de la mañana, terminó despertando hasta las 8:45, la hora de entrada. Además, el frío incrementaba cuanto más rápido pedaleaba, y no es que no le gustara, sino más bien, estaba tan molesto que no podría disfrutar de la corriente chocando contra su cara.

Y aunque el día apenas y comenzaba, Sasuke ya presentía que todo iba a ser una mierda.

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El camino hacia la preparatoria se le antojó demasiado largo. Y mientras paseaba perezoso, observaba a algunos chicos corriendo, que como a él, se les había hecho tarde. Sasuke no se apresuraba ni aumentaba la velocidad. Sabía que cualquier esfuerzo resultaba en vano, pues ya iba retrasado de todas formas, y nadie podría salvarlo del regaño.

Suspiró. Estaba a punto de darse la vuelta y regresar a casa para continuar viendo series en Netflix. Esa era una mejor idea; a su madre podría decirle que le dolía el estómago o que quizás estaba a punto de resfriarse.

Sasuke se detuvo, poniendo los pies sobre el pavimento, y más decidido que nunca, giró el manubrio para comenzar a retroceder.

Y justo en ese preciso instante, el sonido de un choque hueco fue lo único que se escuchó. Luego, Sasuke cayendo al suelo, con la mano en la frente donde algo lo había golpeado muy duro. Cayó sobre su bicicleta, y alguien había caído encima suyo. Entonces abrió los ojos y distinguió una melena larga, completamente rubia, de una persona que se quejaba adolorida y se sobaba la cabeza.

—¡Auch! —chilló.

Sasuke frunció el ceño. Sólo entonces se percató de quién era. Vestía el mismo uniforme de su instituto, y eso lo incomodó. Él conocía muy bien a esa molestia rubia. Oh, claro que sí.

El chico nerdDonde viven las historias. Descúbrelo ahora