Capítulo uno...

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(Bungou Stray Dogs le pertenece a Kafka Asagiri-sensei) 

Hace muchos años, existió en el Medio Oriente, la ciudad de Agrabah, famosa por su extensión, la paz en la que vivía el reino y sobre todo, por su palacio imperial. Príncipes de todos los reinos, cercanos y lejanos, venían a Agrabah a admirar su belleza y a mostrar sus respetos, presentándole al Sultán, de nombre Rintarou, a sus hijas, con la finalidad de que fuesen elegidas por el príncipe Dazai para casarse con ellas, o sino, para poder formar parte de su harén.

Pero Dazai no estaba interesado en eso, y a la edad de dieciocho años, partió a Bagdad con la finalidad de seguir sus estudios y prepararse para ser un buen gobernante cuando tuviera que tomar el lugar de su padre. Acompañado por su visir y mejor amigo, Akutagawa, con el que se había criado desde pequeño, el joven pasó cuatro años fuera, hasta que se le informó que su padre había muerto.

De tal manera, Dazai tomó la decisión de regresar a Agrabah para tomar el reino y convertirse en el sultán, ya que su única hermana, llamada Kyouka, no podía gobernar a no ser que se casara, y era aún muy joven para ello. 

Es ahí donde comienza nuestra historia, con el regreso de nuestro joven príncipe a su reino... 

—Ya puedo vislumbrar el Palacio —dijo Dazai, un chico de cabellos y ojos color café, alto, delgado y muy apuesto, montado en un caballo negro, mientras avanzaban entre las dunas del desierto. Su ropa hecha con los hilos más finos, se componía de un pantalón verde, una camisa blanca y un chaleco largo azul con dorado. 

—Creo que el reino ha crecido desde que nos marchamos hace cuatro años —agregó Akutagawa, su visir, quien tenía cabello negro y ojos grises, los cuales se enmarcaban en su piel pálida; su complexión era bastante delgada y también era alto. Llevaba puesto un pantalón negro, una camisa café clara y una capa roja. Iba montado en un caballo café—. Debemos darnos prisa para llegar al palacio antes de que anochezca.

—Tienes razón. Además, ya no puedo esperar para ver a Kyouka de nuevo. Debe haber crecido mucho. 

Retomando el camino, los dos hombres cabalgaron un rato hasta entrar a la ciudad. Para ellos todo parecía nuevo tras cuatro años de ausencia en el reino, aunque lo que veían no les gustaba mucho.

—Siento como si todo estuviera más descuidado, y las personas no se ven tan felices.

—Creí que era solo apreciación mía, príncipe Dazai.

—Shhh, no me llames así, no quiero que sepan quien soy. 

—Eso... —se extrañó Akutagawa, volteando a ambos lados a ver si nadie lo había escuchado.

—Tendremos que regresar después. Vamos. 

Cuando llegaron al palacio, fueron de inmediato recibidos por la guardia real, y Dazai no había aún bajado del caballo, cuando alguien lo abrazó por la espalda. 

—¡Hermano! —exclamó una jovencita de cabellos azules oscuros, bellísima, con unos ojos azules cual dos zafiros. Llevaba puesto un pantalón y una blusa roja, que dejaba ver su abdomen. En su cuello colgaban collares de oro, y llevaba una tiara enmarcada con un rubí.

—¡Kyouka! ¡Que gusto me da verte! Mira cuanto has crecido —le dijo Dazai, mirándose ambos. 

—Pues te fuiste cuatro años. Era lógico que iba a crecer; ya no soy una niña. 

—Lo sé, y lamento haberme ido tanto tiempo.

—Te necesité mucho cuando nuestro padre murió —declaró ella, soltando unas lágrimas que su hermano limpió con dulzura. 

Atsushi y la lámpara maravillosa... Bungou Stray DogsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora