hola¡! primero que nada, muchas gracias a quienes le dieron apoyo al capítulo anterior, se agradece siempre! 💞
espero que la historia siga gustando así!
disfruten la lectura!
...
Acababa de salir de un juicio cuando recibió la llamada de la comisaría. Eran las cuatro de la mañana, había pasado toda la noche en el tribunal por un caso de crimen con agravantes; pero finalmente se dio por acabado.
Pensaba ir a casa, tomar una ducha y dormir hasta la tarde del día siguiente. Lo bueno era que no tenía que ir a las oficinas en la mañana, era su día libre, y tendría tiempo para descansar de una semana llena de casos y expedientes pesados que mantenían su cabeza encendida las veinticuatro horas.
Sin embargo, la llamada de una amiga le impidió ir a casa. El móvil vibraba en el bolsillo trasero del pantalón, haciendo que lo sacase de allí rápidamente y se fijase en el nombre de la mujer que le marcaba.
- ¿Alicia? —preguntó, aunque ya estaba seguro de que era ella.
- ¡Gafitas! —pronunció, haciendo que él revirase los ojos. —Sergio... me da muchísimo gusto hablar contigo ¿sabes?
- Ya.. —empezó él, volviendo a caminar por las calles solitarias del pueblo. Su casa estaba a pocas cuadras, había ido caminando y así iba a volver también. —¿Qué tan importante puede ser como para que me llames a estas horas?
- Es que te necesito aquí, en comisaría... —pidió, su voz sonaba preocupada, quizá cansada, pero le llamó la atención la desesperación con la que dictó las últimas frases. —es que ha pasado algo, con alguien que conocemos y... y es que tú tienes que estar aquí, es muy importante...
- ¿Con quién? —preguntó el hombre, ya cogiendo del bolsillo de su abrigo las llaves de casa. Quizá el frío le hizo caminar más rápido de lo normal.
- Es que si te lo digo..
- Alicia, ¿de quién estamos hablando? —preguntó una vez más, ya con la voz más seca. Puso las llaves en la cerradura, pero no llegó a darle las dos vueltas para abrirla porque oyó el nombre que menos quería.
- Raquel. Está en todos los telediarios del país, su marido casi la mata.
Él apenas oía; ni sentía, ni miraba a algo en específico, sólo le daba vueltas a que la última vez que la había visto fue hace más de veinte años. Y ya no sabía más nada de ella. ¿Entonces tenía esposo? ¿Quizá hijos? Ella.. que jamás quiso formar una gran familia. —pensó.
- ¿Pero no vive en Madrid? ¿Sabes en qué hospital está? Me tomo el primer vuelo si es necesario pero Alicia.. —él hablaba rápido, sin siquiera parar un segundo para respirar. Estaba desesperado por el estado de esa mujer, y aún no sabía del todo por qué. Los sentimientos le estaban, finalmente, nublando la cabeza.
- Sergio tranquilízate... —interrumpió ella, oyéndolo respirar profundo del otro lado de la línea. —a mi me llamaron porque fue el primer contacto que encontraron en su teléfono y me dijeron que despertó en la ambulancia y pidió que la trasladasen aquí, llegó esta noche. Está en el Hospital de los Arcos, primer piso.
- Vale, gracias, Alicia...
- No hay de qué, Sergio. Ve con cuidado por favor.. yo intentaré ir en la semana..
• • •
Fue entonces que Paula le vió entrar por la puerta de la habitación, vestido casi de la misma forma que en la madrugada. Había cambiado aquellos pantalones de abuelito por unos negros, y la camisa color café por una de un azul bastante oscuro, aunque el saco negro que llevaba encima seguía siendo el mismo.
Paula le sonrió, y pronto miró a su madre. Aquella mañana, alrededor de las nueve, cuando ella llegó al hospital con los gruesos copos de nieve cayendo sobre su cabeza; Raquel ya había despertado.
No se alegró de verle, no al principio. Creía que estaba quitándole el tiempo a su hija, y aunque en parte fuese cierto, a Paula no le importaba. Era algo que quería hacer, le daba igual si hacía dos años que no se hablaban, que no sabían nada la una de la otra, ella estaría allí para su madre. Principalmente porque quería cuidarla, y evitar que nada le volviese a pasar.Fue por eso que, minutos antes de que Sergio entrase por aquella puerta, ellas tuvieron una corta charla sobre la importancia de su relación; y de los errores que habían cometido.
Ellas eran unidas, muy unidas, antes de que la joven se fuese a estudiar a los Estados Unidos; sin embargo, las cosas cambiaron, pero Paula no quería que eso fuese así, mucho menos ahora.Por eso cuando Sergio entró al cuarto, con un ramo de flores de diferentes colores entre sus manos, y vio a su madre sonreírle con los ojos cristalinos, decidió simplemente apretarle la mano debajo de la suya y dejarles solos un rato. Ellos también llevaban años sin verse, sin saber nada del otro, y creyó buena idea que tuviesen un momento a solas para hablar de todo lo que sucedió en aquel lapso de tiempo.
Sergio vió a la joven pasar a su lado, regalándole una sonrisa y saliendo enseguida de la habitación. Él suspiró y miró a su alrededor, fijándose en cada detalle del lugar; trayéndole también muchos recuerdos de aquellas épocas de juventud en las que pasaban horas uno tumbado en la camilla del otro, hablando de todo y de nada mientras miraban al techo.
- ¿Cómo estás?
La voz de él retumbó en las paredes blancas, al mismo tiempo que la veía incorporarse en la camilla. Él se acercó rápido, dejando el colorido ramo sobre la mesa de noche y ayudándole a acomodar las almohadas en su espalda. Se sentó en la silla de madera, esa que Paula acababa de desocupar, y cogió el ramo de nuevo, esta vez extendiéndolo hacia ella.
- Son hermosas, Sergio.. —dijo ella, mirando las flores en sus manos, y pronto volviendo la vista al hombre en la habitación. Como habían pasado los años. —y respondiendo a tu pregunta.. pues más o menos.. —suspiró, triste. Bajó la mirada, otra vez hacia las flores. —como si me hubiese pasado un camión por encima..
- Y que camión... —susurró él, buscando la mano de ella en la camilla. Cogió el ramo, lo dejó en la mesilla, y pronto volvió a buscar si mano, enredando sus dedos en los de ella. Vió el suero, y pronto las marcas rojas en sus muñecas; le dolió el alma, ella había vuelto a aquel mundo. —Raquel, ¿qué pasó? ¿por qué dejaste que las cosas llegaran a esto? Tú eres una mujer muy fuerte...
- No, Sergio. Ni lo soy, ni lo era, ni lo seré.. —él la miró a los ojos, que ya estaban derramando lágrimas, pero no dijo nada; ella abrió la boca insistiendo en seguir, y él sólo la dejó continuar. —todo lo que me pasó antes, la vida de mierda que tuve por tantos años, ha sido sólo el entrenamiento de lo que vino después. Y yo estoy cansada ya, no quiero seguir luchando.
La vió desatarse en lágrimas, soltar el amarre de sus dedos y llevar las propias manos al rostro; con la intención de que él no le viera. Se sentía mal, quería llorar, quería gritar, quería que, finalmente, todo acabase y tener por un momento un poco de paz en su cuerpo.
Y él.. Sergio era frío, su alma poseía una barrera de piedra alta y muy fuerte; pero la rubia era la única capaz de derribarla. Fue entonces que, luego de tantos años, descubrió que eso no cambió para nada, y cuando le vió llorar no pudo evitar emocionarse con ella. Él vivió toda su infancia y adolescencia con esa mujer, vivió con ella cada momento de dolor, cada trauma, cada paso de su enfermedad.
Se levantó de la silla, se sentó a su lado y la aniñó a su cuerpo, viendo como ella no negaba aquel contacto y, por el contrario, llevaba la cabeza hasta el pecho del hombre, mojando la camisa azul con sus lágrimas.
Y él.. sólo acariciaba su espalda, como en esas viejas épocas, y susurraba que todo estaría bien, que pronto pasaría el dolor, aún sin saber la razón del mismo y si tendría cura alguna.Pero no le importaba.
Él quería ser, de una buena vez, quien le curase las heridas que en su alma aún permanecían.
...
gracias por la lectura!
[ los errores ortográficos se revisarán una vez terminada la historia :) ]
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| 𝘃𝗲𝗻, 𝘀𝗮́𝗹𝘃𝗮𝗺𝗲 | AU serquel | La casa de Papel
ФанфикNo grites, porque nadie va a escucharte. Y no te muevas, porque nadie va a salvarte. AU SERQUEL [ casi ninguno de los personajes de esta historia me pertenecen, todos los derechos reservados a su debido autor ]