XIV.

1.5K 89 14
                                    

Giró la mirada hacia la puerta y maldijo en voz baja.

+ ¿Y tú como has entrado aquí?

- Es una larga história. --no quería contarle--

+ ¿Y que haces aquí?

- Castigado. En teoría, tendría que estar limpiando el suelo de la clase.

+ Te lo tienes merecido.

- ¿Y tú? --quise saber--

+ Vengo aquí porque quiero.

- ¿Limpias la clase por desición propia?

+ ¿Que tiene eso de malo?

- Nat, no mientas.

La luz se apagó y al cabo de cinco segundos, volvió a encenderse. Ella, con un hilo de voz, contestó:

+ Vale. Vengo aquí por subir nota.

- ¿Limpias la clase a cambio de un diez?

+ Un diez no. Solo me suben décimas.

Asentí con la cabeza mientras reflexionaba lo que me acababa de contar.

- ¿Pero no sacas buenas notas ya?

+ No soy la única, eh. El tutor nos lo explicó, si estubieras más atento, lo sabrias. Y es solo en su asignatura, que la hacemos día en toda la semana.

No acababa de cuadrar.

- A mi no me mientas, te lias a escondidas con el profe de francés.

Sus mejillas cobraron ese color típico, y justo, se apagó la luz. La encendí al mismo tiempo que ella y nuestras manos se rozaron, una milésima de segundo, pero fue bastante para que la situación cobrara incomodidad.

+ En mis sueños.

Me reí. ¿Le atraía el profesor de francés?

- ¿Te atrae ese capullo?

+ No le llames capullo porque te haya suspendido.

Solté otra carcajada, ¿como lo sabía?

- ¿Entonces acerté, te lías con él?

+ ¡No! Eso sería muy...raro. Ni se ha fijado en mí. --suspiró-- Y en todo caso, tampoco me gusta, ni me liaría con él. Ni tendría nada con él. De eso puedes estar seguro.

- Pero bueno, ¿que no se ha fijado en ti?

Ahora era mi turno de soltar la gran biblia.

- El otro día fije mi mirada en la suya y no paraba de follarte con la jodida mirada, Nat. Estás ciega, de verdad. Cualquier en su sano juicio se habria dado cuenta de que está loco por ti.

La puerta, misteriosamente, se abrió.

- ¿Que ha pasado aquí? --musitó Nate--

+ Nos hemos quedado encerrados.

- ¿¡1 hora?!

+ S... sí.

- Shane, te perdono el castigo, que sea la última vez. Nat, puedes irte a casa.

Asentimos a la vez y salimos, de la que me había librado. 

+ Muy controlador por tu parte.

La voz de Nat sonó coqueta, y ni me dió tiempo de responder, ya se había marchado con pasos apresurados, como si no quisiera tenerme cerca más tiempo. Mira, si en algo coincidiamos.

Parecía imposible volver a sonreír ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora