La espera

572 33 1
                                    

Los primeros días fueron los más duros. Me pasaba todo el día sin hacer nada, tumbado en la cama, pensando. Me venían mil cosas a la cabeza, pero había una que se repetía. Ziva. Me arrepentía de no haber hecho las cosas de otra manera, me entristecia pensar que nuestra historia acabaría así, y lo peor de todo, tenía miedo que me olvidase.

Gibbs venía todos los días a verme pero no se quedaba mucho tiempo, decía que tenía trabajo y se iba. Sus visitas no eran muy entretenidas, no me hablaba, solo se sentaba en un sillón y yasta. Las visitas de Abby eran mis favoritas, ella me hablaba, me cantaba canciones y me ponía al corriente de lo que pasaba en el mundo. Lo que más me gustaba de ella era su entusiasmo. Aunque ella pensase que no le podía oir, lo intentaba. McGee no solía venir mucho, creo que no le gustaba verme en esa sitiación, se le hacía muy duro. Ducky y Jimmy venían una vez por semana para hablar con el médico, ya que ellos entendían mejor lo que decía, y transmitírselo al grupo.

Fueron tres largas semanas y yo me empezaba a desesperar. No podía hacer nada y los médicos casi habían perdido la esperanza de salvarme pero, en un intento desesperado de salvarme, Ducky sugirió a los doctores operarme para ver si alguna parte de la medula espinal se podía arreglar. Era una operación muy peligrosa por lo que escuché, pero no tenía nada que perder, y eso mismo pensó Gibbs.

La intervención se programó para el siguiente día. No estaba nervioso por la operación, todo lo contrario, estaba ansioso de que llegara. Quería poder ser capaz de andar o por lo menos de ver y hablar. Pasé toda la noche en vela, estaba inquieto (por muy gracioso que suene por mi evidente parálisis).

Vinieron a recogerme a las 9:00. Oí a Ducky deseándome buena suerte, al parecer, él también iba a participar en la intervención y eso me tranquilizó aún más. El momento en el que más miedo pasé fue el de poner la anestesia, ya que pensé que no me la iban a poner. Después de unos segundos me dormí.

Al despertar un sentimiento de felicidad me inundó. ¡Sentía dolor!. Eso era definitivamente una muy buena noticia porque significaba que volvía a tener sensibilidad. Intenté levantarme de la cama, pero por alguna razón no fui capaz.

El MilagroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora