Tal y como pude comprobar, la operación fue todo un éxito. Empecé a recuperar la vista poco a poco, y cada vez tenía más sensibilidad.
Lo que más me costaba era hablar y moverme. Solo era capaz de soltar unos ruiditos y de mover un poco los dedos de las manos. Por suerte, los médicos se dieron cuenta de que les oía y empezaron a dirigirse a mí. Me dijeron que ya que la operación había sido un éxito, había que empezar con la rehabilitación.
El primer día aprendí a comunicarme con los médicos. Utilizaron la técnica de los guiños, es decir, un guiño significaba sí, y dos no. Después pasamos a la parte motriz. Me tumbaron en una camilla e intentaron que empezase a mover las piernas por mi solo, pero fue imposible. Estuvimos una semana intentándolo, pero no hicimos ningún progreso. Al final, los médicos llegaron a la conclusión de que necesitaba enviar un estímulo propio a mis piernas para que volviesen a ser como antes. Yo no entendí qué tenía que hacer exactamente, pero estuve diciéndome a mí mismo "mueve las piernas, muévelas" un día entero, pero nada.
Empezamos a desesperarnos todos. Gibbs y McGee me visitaban todos los días, pero se notaba que ellos también estaban perdiendo la esperanza, pero un día todo cambió.
Llevaba ya un mes en el hospital y estaba totalmente deprimido. Yo era capaz de enviar ese "impulso" a mis piernas y creía que nunca lo conseguiría. Eran las 8pm y ya estaba preparado para irme a dormir, pero un coche a gran velocidad que entró en el aparcamiento me desveló. Pensé que sería una ambulancia, así que no le di más importancia. Ese coche me recordó a Ziva, ya que ella conducía igual de temerariamente. Una lágrima resbaló por mi mejilla al acordarme de ella. Cinco minutos después de oír el coche, alguien entró a mi habitación, estaba oscuro y no veía nada así que pensé que sería una enfermera, pero cuando hablo mi corazón se aceleró.
-¿Qué te han hecho Tony?- dijo Ziva mientras se acercaba a la cama.
Encendió la luz del cabecero de mi cama y me miró a los ojos. Fue entonces cuando me di cuenta de cuánto la echaba de menos realmente. Ver esos ojos marrones me llenaron de felicidad. Ziva siguió hablando.
-Perdón por haber tardado tanto en venir, vi la noticia de tu accidente en la tele y no sabía si querrías verme después de todo este tiempo.- notaba en su voz un arrepentimiento muy grande.
Estaba eufórico, tenía unas ganas terribles de decirle que no, que la seguía queriendo y que nunca se fuera de mi lado otra vez. Quería besarla con todas mis ganas. Por suerte, McGee había colocado dos días antes un cartel con las instrucciones de la comunicación a base de guiños. Teniendo esto en cuenta, guiñé dos veces para decirle que no, y después miré hacia el cartel. Sus ojos se llenaron de lágrimas de emoción y lo único que pudo decir fue:
-Entonces, ¿todavía me quieres?-dijo Ziva.
Y yo guiñé una vez. Al instante de guiñar, Ziva se abalanzó sobre mi y me dio un beso. Por suerte notaba sus labios y mientras nos besábamos un escalofrío me recorrió la columna hasta llegar a los dedos del pie. Cuando me di cuenta de que algo había pasado, dejé de besar a Ziva y empecé a mover los dedos de los pies, después las rodillas, luego la cadera y por último los brazos. La cara de Ziva estaba empapada de lágrimas y me miraba con cara de sorpresa. Yo empecé a reír de felicidad y sin darme cuenta, a hablar.
-¡Por fin!- dije exultante- ¡Puedo moverme!
Al parecer monté bastante escándalo y el Dr. Harrison vino corriendo.
-¿Qué pasa?
-Doctor, buenas noticias, ya puedo moverme y con suerte andar- le dije al tiempo que me levantaba de la cama- el estímulo que necesitaba ha llegado al final.
-¿Cuál era pues Agente DiNozzo?- me preguntó sorprendido.
Miré a Ziva y dije:
-El amor.
Y la besé, pero esta vez con la movilidad necesaria, no la quería soltar, quería vivir ese momento para siempre. Era perfecto.
Aunque había recuperado la movilidad, tenía las piernas muy débiles así que el Doctor me dijo que me tumbase.
Ziva y yo estuvimos hablando toda la noche y a la mañana llamé a Gibbs, no pudo esconder su felicidad y nos dijo que vendría con todo el grupo al hospital. Lo que no le había dicho era que Ziva estaba conmigo...