Me encontraba en una habitación con muchos jóvenes, parecía una discoteca con varias salas.
Una señora, supongo que la anfitriona del lugar, me llevó más adelante de esa primera sala. Allí vi reposar infinidad de objetos en estanterías. Ella dijo que eligiera uno. Después de mirar dos o tres veces, me decanté por una especie de piedra gris ovalada que se sostenía por una prolongación plana (como una base). Tenía tallado ciertos huecos y algunas piedras incrustadas. Tras cogerla, en el lado posterior se dibujaba una especie de cascada que torcía hacia la izquierda llegando a la base.
Cuando ella vio que ya había decido, cogió otro de aquellos objetos. Regresamos a la sala inicial con esos jóvenes mirándonos. La señora colocó su objeto en una repisa de azulejos vacía y me pidió que hiciese lo mismo. Su figura no podía mantenerse en pie. Coloqué la mía al lado de la suya y ahora mi piedra tenía otro aspecto. Era más transparente, con tonos azules, verdes y había aparecido tallado en ella la cara de un león. Tras dejar de mirarla me quedé en frente de la repisa fijándome en que debajo de esta había una fila de estacas o púas que adornaban la pared.
Mientras, la anfitriona se dirigía al grupo presente, hablándoles de algo que no pude oír, ya que un primer disparo se sucedió. A la altura de mi vientre, unas siete púas formando una línea horizontal, lo atravesaron sin aviso. El dolor casi me tira al suelo pero pude sostenerme en la repisa.
La señora continuaba hablando y, esta vez, se dirigió a mi:
-Debes superar el dolor para alcanzar tu objetivo, no te rindas sin luchar o simplemente morirás-.
A medida que decía esas palabras, otras dos rondas de púas ya se habían clavado en mi. A la cuarta ráfaga, aún con ese dolor intenso, me quedo mirando aquella figura que escogí. Buscaba la calma, la tranquilidad y el coraje para seguir allí de pie. Entonces, cuando la quinta y sexta ronda me tocaron, no dolió igual. El dolor fue mermando, como si lo controlase. Aunque tal vez había perdido mucha sangre y era que ya no sentía nada.
Pasado unos segundos, la anfitriona dijo que podía retirarme y, mientras salía de allí, lo jóvenes presentes hacían exclamaciones de asombro. Con dificultad llegué al baño y cuando contemplé mis heridas, vi que aquellas púas no eran estacas sino cristales. Tenían varias formas y tamaños. Me las fui quitando con cuidado y colocándolas sobre el lavabo mientras escupía sangre. De pronto, un chico entra y me habla:
-No te olvides de chupar la sangre del cristal, es la que contiene la magia-.
Después de que el chico se marchara me quedé mirando esos pedacitos y, ciertamente, la sangre tenia un brillo especial. Pues así lo hice. Cogí dos o tres fragmentos y los lamí uno a uno. Aquel líquido rojizo y viscoso sabía normal, pero me gustaba. Por un momento pensé que me habían convertido en un vampiro... sonaba absurdo pero así lo pensé.
Cuando intenté salir de allí, me encuentro de frente con un hombre negro y vestido con gabardina oscura. Llevaba unas gafas de sol e iba armado. No sé como, termino acompañandolo porque conocía a su sobrina, tal vez yo era ella.
Salimos del local y huímos en un coche amarillo. Me coloqué unas gafas que había encontrado en la guantera y me pregunté:
-¿Si fuese vampiro el sol no tendría que haberme matado ya? o ¿acaso soy un soldado?-
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Navegando por mis sueños
De TodoEn este apartado encontrarás sueños que he podido recordar y a los cuales les di un poco de sentido para poder narrarlos. Cada capítulo es un sueño diferente.