3. Revivir

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Había pasado casi un año desde que Eren y Mikasa habían perdido su bebé. Fueron meses dolorosos, física y emocionalmente. Las fracturas demoraron algún tiempo en sanar, pero Mikasa ya se encontraba mejor.

Durante todo ese tiempo no volvieron a hablar sobre bebés, era un tema delicado que sabía que, si lo tocaban, terminarían los dos lamentándose y deprimiéndose. Pero el recuerdo era inevitable, si no lo hacían conscientemente, sus sueños se encargaban de recordárselos.

La pesadilla se repetía casi todos los meses. Mikasa se encontraba durmiendo refugiada en los brazos de Eren mientras afuera había una fuerte tormenta eléctrica. De pronto, se escuchaba un estruendo y la habitación se iluminaba, a continuación, el llanto de un bebé se percibía. Mikasa encendía la lámpara de su mesita y se levantaba para ver a su bebé quien dormía en la cuna a unos metros de la cama. Pero cuando se acercaba para consolarlo, la cuna estaba vacía y de fondo se escuchaba el relinchar de unos caballos que pasaban corriendo por fuera de la cabaña.

Despertaba agitada con el rostro cubierto de lágrimas. Eren, desde la segunda vez que Mikasa soñó lo mismo, se limitaba a preguntarle de qué trataba. Solo encendía la luz de la lamparilla y con un pañuelo o con sus labios secaba sus lágrimas, la atraía hacia él y la acariciaba con amor hasta que se calmara. También se dejaba acariciar por ella, y juntos y en silencio compartían su dolor hasta dormirse otra vez.

Sin embargo, había otras ocasiones en que Mikasa soñaba cosas hermosas con su hijo. Se veía a ella misma sentada en la silla que estaba en la habitación, mirando hacia la ventana y con un bultito en sus brazos. Al acercarse a ella misma por atrás, lograba percibir que le estaba cantando una canción a su bebé para hacerlo dormir, éste estaba envuelto en un chal y dormía profundamente apoyando su manito en su pecho. Su rostro era como el de los ángeles que aparecían en los libros, solo había pureza y luz en él. Cuando la mujer del sueño se percataba de su presencia le ofrecía tomar al pequeño en brazos, Mikasa asentía emocionada. Cuando al fin lo tenía descansando en su pecho, el bebé despertaba con un tierno bostezo y sus miradas se encontraban por primera vez. Con lágrimas en los ojos Mikasa intentaba hablarle.

—Al fin te conozco mi pedacito de cielo— le susurraba mientras lo abrazaba y llenaba de besitos su cabeza —Eres tan hermoso hijo... Mamá siempre te va a amar.

Luego de escuchar su voz, el bebé hacía un sonidito de alegría y le sonreía moviendo sus manitos mientras atrapaba uno de los dedos de Mikasa. Luego, volvía a apoyar su cabeza en el pecho de ella, como queriendo refugiarse en ese cálido espacio, confiado en que aquella mujer era la persona que más le amaba en el mundo.

Mikasa también despertaba llorando, pero la sensación era totalmente opuesta a la de las pesadillas. Sentía que el amor más puro invadía cada una de sus células.

—¡Lo conocí Eren! ¡Lo tuve en mis brazos amor! — le decía emocionada.

—¡Oh, eso es maravilloso Mikasa! ¿Y cómo era Thomas? — le preguntaba interesado.

—Era muy pequeño Eren— le decía mientras intentaba mostrarle la medida separando las manos — y estaba calientito envuelto en un chal. Su piel era como la mía y los pocos cabellos que tenía eran oscuros, pero cuando me encontré con sus ojos, eran tan puros que parecía que me hundía en dos lagunas de color verde esmeralda. Además, tenía unos cachetitos muy tiernos. Era precioso. Nuestro hijo era muy hermoso Eren, solo le faltaban las alas para ser un angelito.

—Ya es un angelito nuestro Thomas, y es el más lindo y tierno de todos Mikasa.

Cierto día por la mañana mientras se encontraban sentados en el comedor desayunando, Eren sorprendió a Mikasa con una pregunta.

El bosque [Eremika]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora