Capítulo cuatro: Nonagésimo primer cumpleaños.

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Capítulo 4

Max POV

Escuche la puerta del porche cerrarse detrás de mí y me encamine hacia la fiesta.

Estaba consciente de que cada cosa que le conté a Alina no era de mi incumbencia y que no me concernía contárselas, pero no estaba arrepentido y aunque así fuera, ya no podía retractarme. A un modo muy retorcido, y aunque me sintiera sucio por ello, casarnos era lo correcto. Era por nuestros abuelos.

El asunto era delicado, lo sabía, pero ya no había marcha atrás ni segundas opciones. Todo cuanto le dije, era el arma perfecta para conseguir derrumbar sus muros y que aceptara mi propuesta, y aunque el fin no justifica los medios, mientras funcionara, no me preocuparía por ello. O al menos de eso intentaba convencerme.

Al llegar al jardín, donde se encontraban todos los invitados, me detuve en la entrada para buscar a mi abuelo con la mirada. A pesar de lo lleno que estaba el lugar, no tarde mucho en localizarlo. Se encontraba charlando con algunas personas, entre ellas, la abuela de Alina... Alina.

Después de cerrar la puerta del porche, creí haber escuchado un ligero sollozo de su parte, haciéndome sentir culpable. Aún detenido en la entrada, me debatí entre si ir o no de nuevo a donde Alina; aunque tal vez no era lo más conveniente. Ella necesitaba un tiempo para procesarlo todo, a solas. Y aunque fuera el caso contrario, estaba seguro que yo era la última persona que ella querría que le hiciera compañía. Además, ¿qué podía decirle? Ni siquiera la conocía y estaba seguro de que me detestaba.

Desechando la idea de volver al porche, tampoco me pareció conveniente interrumpir a mi abuelo, quien ahora estaba a solas con su vieja amiga, muy animado; por lo que decidí ir hacia la barra de bebidas por lo que fuera que me ayudara a relajarme un poco. Después de coger una copa de lo que fuera, me lo lleve rápidamente a los labios para beber todo su contenido sin preocuparme siquiera por saborearlo. Beber no era algo que solía hacer con frecuencia, pero en esta ocasión no me vendría nada mal. Tampoco planeaba emborracharme.

Desde mi posición, tomando otra copa ahora con más calma de lo que creía era licor de durazno, me dedique a observar con más atención a todos los invitados, en particular una persona.

Al llegar a la fiesta, me encontraba un tanto nervioso por volver a verla, me preguntaba cómo se vería. Al principio no pude reconocerla, pero al fijar un poco más mi atención, supe que era ella.

Jessy se encontraba bailando muy contenta en la pista con un tipo de algunos veinte años, de aspecto desgarbado. Pensé que tal vez era algún familiar de ella, pero por sus disimuladas risillas al secretearse el uno al otro al oído y el juego de coqueteó en las miradas entre ambos, supe que no era así, lo cual me hizo pasar el líquido ámbar con rudeza, y luego tomar otra copa.

A pesar de eso, no pude evitar admirarla mientras bailaba. El vestido rojo cereza que llevaba puesto se le ceñía al cuerpo de tal manera que hacía resaltar sus curvas, haciéndola ver sexy y a la vez discreta. Su larga melena se hallaba suelta, y desde la distancia, podía apreciar sus ojos tan oscuros como su cabello, brillar como cálidas estrellas. Realmente guapa, y ni que decir de sus labios tan rojos como su vestido, que apenas había vuelto a ver y ya me habían fascinado.

Pude notar como la pieza que se tocaba había acabado y vi a Jessy distraerse paseando la mirada entre las personas como si buscase a alguien, hasta detenerse en mí. La idea de que hubiera podido sentir mi mirada me hizo avergonzarme solo un poco, y casi vuelvo todo el líquido en la copa cuando la vi disculparse con su acompañante y dirigirse hacia mí con una de sus irresistibles sonrisas.

- Vaya, vaya. Pero si es Maximiliano Walton.­­­— Me saludó mientras tomaba una copa de la barra, del mismo contenido que la mía.

No pude evitar mostrar mi sorpresa.

¿Quien se casa a los 17?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora