Capítulo uno: Walton.

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El día acababa de comenzar y sentía que ya era una pesadilla. A cómo pude peine mi desordenado cabello en una ancha trenza y salí de mi habitación con la mochila del colegio en la mano.

- ¡Papá! — grite bajando las escaleras a toda prisa.—¡Pa...pá!— Repetí diciendo esto último en una voz casi inaudible. 

Papá y mamá estaban en la habitación de la cocina. Aunque hablaban en un tono bajo -lo cual me hizo sospechar- escuchaba perfectamente. 

- ¿Entonces no le dirás? — pregunto mamá preocupada.

- ¡Claro que no, Helena! Ni siquiera tiene 15 años. ¡Es una locura! —  contestó papá sobre reaccionando. Hablaban de mí.

- Bien. Me preocupaba que por lo menos te lo plantearas.

- ¿Qué? Helena, es una niña. ¡Ni siquiera lo pensé!

- Lo sé. Es sólo que también se cuanto aprecias al señor Walton. Para ti fue como un padre, ¿no?

- Así es. Siempre lo he querido mucho. Mi padre y el eran inseparables, pero de él a Lina siempre la elegiré a ella. Incluso antes de mí. — suspiro — Si fuera Gabriella, quizá lo pensaría, ella ya es mayor de edad y sabrá tomar sus decisiones. Pero no Lina. Es un disparate. No puedo obligarla.

Sea lo que sea de lo que estuvieran hablando, no me agradaba para nada.

Se hizo el silencio hasta que mamá hablo diciendo que iría a buscarme. Me aleje lo más rápido que pude tratando de no hacer ruido para simular que venía bajando de las escaleras.

- Alina, ¿qué tanto hacías? El desayuno está listo. Apúrate, que es tarde.

Mire la hora en mi reloj de mano y di un respingo sorprendida.

- Es terriblemente tarde. — corregí preocupada. — Lo siento mamá, desayuno en el colé. Pá, ¿estás listo? — le grite a papá mientras tomaba una pera del frutero.

- Listo. Andando. — salimos al garaje y ambos subimos rápido al Sedan gris de papá, pero no sin antes darme cuenta de las miradas de advertencia y preocupación que se lanzaban entre ambos.

¿Que había sido esa misteriosa conversación? ¿Quién era el señor Walton? Y sobre todo, ¿qué quería de mi? 

Sabía que si le preguntaba a mi papá directamente jamás me lo diría, y al contrario me regañaría por escuchar detrás de las paredes. Pero no me podía quedar de brazos cruzados. Si no era directamente, encontraría la manera de averiguarlo.

Tenía un plan.

- ¿Papá? — pregunte antes de que llegáramos al colé. El volteo a verme con sus penetrantes ojos oscuros. Mismos que los míos.

- ¿Sí? — Contesto de forma despreocupada mientras miraba por el retrovisor para entrar al estacionamiento.

- ¿Hay algo que quieras decirme? — este de inmediato se removió en su asiento incómodo.

- Mmh, no. ¿Por qué preguntas?

- ¿Seguro?

- Sí. ¿A qué viene esto tan de repente?

- Por nada. Sucede que no me has dicho que harán en el cumpleaños de la abuela. ¿Aún no se ponen de acuerdo mis tíos y tú?

- ¡Ah! ¿Era eso? — suspiro aliviado mientras estacionaba el carro. Reí.

- Claro. ¿Qué pensaste que era?

- No, no... — Se aclaró la garganta— Nada olvídalo.

- Como sea. ¿Y bien? ¿Cómo celebraremos los noventa y un años de la abuela?

¿Quien se casa a los 17?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora