(El ser y el devenir)
(No me pregunten de donde saqué este texto. atte. Jace)
Heráclito el oscuro
Heráclito es uno de los pensadores más importantes para la filosofía de nuestro tiempo. Sostiene que la unidad de los contrarios «ser y no ser» es principio fundamental de todo lo real. Lo verdadero para él es la unidad dialéctica de los contrarios simbolizada en el fuego eterno que se enciende y apaga según medidas. La unidad de los contrarios no es un sinsentido que vaya contra la esencia de las cosas, sino que es el principio constitutivo de todo lo real y del universo entero. Todo está en movimiento excepto el movimiento mismo que es el fuego eterno.
Afirma que hay un saber, una racionalidad que lo gobierna todo; por ello dice: "De cuantos he oído razones, nadie llega a tanto como a descubrir que lo sabio está apartado de todo."¹
En este fragmento pareciera referirse a una entidad cósmica. Pero lo cierto es que, relacionándolo con el fragmento donde expresa "conocer la verdad que lo pilota todo a través de todo", lo sabio (Sabiduría) sería entonces la posibilidad de conocer lo real por vía de la razón humana. Así, lo verdadero (lo racional) de la cosa está más allá de ella; sin embargo, la gobierna y la explica. De esta suerte, el ser y el pensar (realidad-razón) encuentran en Heráclito su unidad y al mismo tiempo su diferencia, dado que el pensar como la realidad misma constituye una unidad indisoluble.
Para Heráclito, Todos podemos participar de lo objetivo. El hombre de ciencia debe hacer caso a la racionalidad objetiva, sólo a ella, no a Heráclito ni a ningún otro, si es que quiere indagar la verdad que esconde la naturaleza. Ahora bien, aunque la naturaleza ama el ocultarse no lo hace absolutamente, porque por vía de la experiencia es posible conocer sus secretos. Así, los que no son capaces de descubrir lo que está oculta —dice Heráclito— tienen alma de bárbaros, puesto que son incapaces de analizar las cosas como son; dicho de otra forma, de hacer experiencia. Los hombres bárbaros, incapaces de comprender se asemejan a los sordos; por eso, para ellos malos testigos son los ojos y los oídos.
Esta racionalidad que todo lo gobierna es difícil de conocer dado que continuamente se oculta. "Hay que esperar lo inesperado, pues es penoso y difícil de encontrar." Por ello no esperemos que la realidad por sí misma descubra su verdad, es necesario un sujeto (hombre de ciencia) que la experimente por vía de los sentidos y además la someta al sano juicio de la razón especulativa. En este caso hay que hacer de la experiencia de palabra y obra, hay que analizar cada cosa según su naturaleza y explicando cómo es en realidad. Luego descubriremos por vía de la palabra y la razón, los secretos que la realidad misma oculta. Por otro lado, Heráclito señala que la mucha ciencia no instruye la mente pues hubiera instruido a Hesíodo y a Pitágoras, como a Jenófanes y a Hecateo.
"Pitágoras de Mnesarco practicó la investigación más que todos los demás hombres, y escogiendo entre estas obras reinvindicó para sí una sabiduría mera mucha ciencia de mal arte." Y para que quede completa está idea es necesario añadir todavía: El maestro de la masa es Hesíodo, creen que sabía más que nadie, el que no descubrió que el día y la benévola son una cosa. De todos estos fragmentos podemos concluir, que la mucha ciencia no instruye puesto que no se analiza lo que verdaderamente son las cosas. Los que creen hacer ciencia de este tipo —dice Heráclito— no tienen alma, y malos testigos son los sentidos; por eso hacen mucha ciencia de mal arte.
La sabiduría, para Heráclito, se adquiere por los sentidos, por los ojos y por los oídos, agregándose a éstos el alma; pero no el alma de los bárbaros, sino aquella capaz de descubrir lo oculto. Así habría que participar de lo objetivo para poder llegar a la verdad que se esconde y que finalmente la inteligencia (el alma) descubre. El descubrimiento al fin será el logos (onto logos) que es la verdad común a todas las cosas.
Para poder entender a Heráclito a través de sus fragmentos sería necesario tener la presente los tres sentidos en que se podría interpretar el logos: como palabra o discurso, como razón humana, inteligencia, mente y por último como racionalidad de lo real, legalidad objetiva y orden de las cosas.
Al primero se le denomina diálogo, al segundo logos (razón) y al tercero ontologos. Así en la filosofía de Heráclito hay un logos humano necesario para analizar la realidad objetiva, esto es, una razón que debe descubrir la esencia de las cosas. Pero también hay una razón eternamente verdadera, puesto que existe un eterno orden de las cosas. Esta razón ontológica (ontologos) por principio de cuentas es común a todos, sin importar que haya hombres con alma de bárbaros, "menester es que quienes hablan con mente se hagan fuertes en lo común". Heráclito sostiene que Las leyes humanas son alimentadas por la ley divina, única que impera tanto cuanto quiere y hasta a todo, y de todo redunda. Según esto, hay una verdad divina (verdad racional y ontológica) que es común a todos los hombres; en cuanto razón eternamente verdadera es distinta de la razón humana; por eso, la razón humana no posee la verdad, la divina es quien la posee, puesto que no depende de uno hacer buenos o malos unos días como Hesíodo sostiene, sino del ontólogos divino, que en cuanto razón eternamente verdadera es común a todos.
Por último, el logos, entendido como diálogo, discurso o palabra, también participa en el proceso del conocer cuando predica la verdad que el ontólogos revela. Se puede sostener que a través de la palabra se aprende y se conoce lo común y verdadero de las cosas. La aprehensión de lo sensible se obtiene de los sentidos, el pensamiento (razón humana) y la palabra que finalmente da cuenta del objeto. Así, por la palabra se conoce y al mismo tiempo sólo por ella se puede comunicar lo verdadero del ente. Palabra y conocimiento son uno y el mismo acto reflexivo del pensar; por ello posible de comunicar. Así, las tres clases de logos aquí esbozados de modo general se complementan e influyen mutuamente en el proceso mismo del conocer.
En resumen, hay tres momentos fundamentales en el proceso del conocer según Heráclito: el inmediato, que se circunscribe a la sensibilidad, el racional, que va más allá de lo relativo y contingente, y el logos, que en cuanto a razón ontológica es razón universal.
El primer paso del conocer se encuentra en las sensaciones e impresiones que se tienen de las cosas, esto es, de la realidad. Los hechos exteriores son la fuente primera de nuestro conocimiento. El segundo momento es la inteligencia o razón que indaga la naturaleza. En ese momento la realidad devendrá realidad pensada y como tal es una segunda realidad superior a la primera, porque en ella lo relativo y contingente se supera. El tercer momento bien lo podríamos llamar onto-logos. Abarca el cosmos y la inteligencia humana y permite asimismo, en cuanto racionalidad de lo real, llegar a comprender la ley u orden universal de todo aquello que deviene y se muestra a los sentidos como imposible de conocer.