"Los ángeles velarán por ti."
Dean se despertó sobresaltado. "Esa voz..." -pensó.
La recordaba, era una voz de mujer, suave y dulce. Estaba seguro de haberla escuchado hace mucho tiempo. En el fondo de su mente, resonaba como un eco.
"¿Los ángeles?" - se preguntó.
No entendía qué quería decir, ni de quién era la voz. No lo conseguía recordar.
Miró el reloj-despertador de su mesilla, las seis y media.
Era muy pronto para despertar a Sammy, así que se levantó y se dirigió a la cocina, dispuesto a hacerle el desayuno a su hermano.
Cogió un sartén, unos huevos y bacon. Era algo típico, pero sabía que a Sam le haría ilusión.
Cuando iba a echar el primer huevo en la sartén, sus oídos comenzaron a pitar.
Era un sonido agudo y penetrante que taladraba su cerebro como mil clavos.
Se puso las manos en las orejas, intentando disminuir la intensidad de aquella especie de chirrido, pero sin éxito.
De pronto, paró.
"¿Qué coño ha sido eso?" -se preguntó Dean. Hoy estaba siendo un día de lo más extraño, y sólo era el comienzo.
Sam se levantó y no podía creer lo que veían sus ojos. Su hermano le había preparado el desayuno, algo que pocas veces hacía.
"Vaya. No solo te has levantado pronto, sino que, además, me has hecho el desayuno." -dijo Sam, mientras se sentaba para probarlo.
"¿A qué o quién debo esta grata sorpresa?" -miró a Dean con una sonrisa, a la vez que empezaba a desayunar.
"No seas estúpido, me apetecía darte una sorpresa, nada más." -gruñó Dean.
"Sí, claro..." -murmuró su hermano.
"Bah, déjame en paz. Me voy a clase, hoy no llego tarde." -refunfuño el mayor de los Winchester a la vez que cogía su mochila.
"Te veo esta tarde Sammy, ten cuidado." - y se marchó.
La verdad es que Sam no entendía bien por qué su hermano era tan sobreprotector, si nunca les había pasado nada.
Dean llegó temprano a la escuela, sin embargo, allí estaba su compañero. Castiel, el ángel del Señor. Dean no estaba del todo seguro por qué le había llamado ángel. Simplemente, le recordaba a un ángel.
"Un momento." -pensó.
"Si me parece un ángel... ¿Significa eso que me gusta o algo?" - su cara se quedó pálida y un escalofrío le recorrió la espalda.
"Qué asco, no. A mi no me gustan los tíos. Sólo me ha recordado a los ángeles esos que salen en la Biblia o algo." - le miró a la cara.
Castiel estaba completamente serio, con la vista al frente, sin moverse lo más mínimo.
Sus ojos, increíblemente brillantes, estaban fijados en algún punto de la clase.
"Eh, tío." - Dean meneó su mano delante de la cara de su compañero.
"¿Estás bien? Parece que te ha dado un aire." - le dijo.
"¿Un aire?" - la cara de Castiel giró tan brúscamente que hizo a Dean sobresaltarse.
Sus ojos estaban fijos y su cabeza ladeada.
"¿Qué quieres decir con que me ha dado un aire?" - le preguntó él.
Dean estaba algo perplejo.
"¿No sabes lo que quiere decir esa expresión?" - preguntó.
"No." - respondió con sequedad Castiel.
"Bueno... Significa..." -comenzó el Winchester.
"Significa que te has quedado paralizado, sin moverte y eso. ¿Entiendes?"
"Creo que sí." - respondió el moreno. Dean sonrió.
La campana comenzó a sonar y las clases empezaron.
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Bueno, aquí está el segundo capítulo de mi historia, siento haberme retrasado y que sea tan corto, pero intentaré subir más a menudo.
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Destiel
FanfictionDean y su hermano Sam son dos jóvenes estudiantes, con vidas totalmente normales. Hasta que un día, Dean conoce a Castiel y Sam descubre el secreto que su padre lleva años escondiendo.