05/09/2018
En la casa hay dos baños, pero sólo en uno se puede ocupar la ducha, porque la del más chico la ocupamos para guardar cachureos.
El baño de la ducha buena está distribuido de la siguiente manera: la tina pegada a la pared, la taza frente al mueble de cajones plásticos, el lavamanos, la repisa de vidrio para poner maquillajes y la ventana.
Nunca me dio miedo la soledad cuando chica, ni tampoco creía en los monstruos, esas son cosas que agarré de grande. De a poco empecé a agarrarle el sustito a abrir la cortina de la ducha porque sentía que me iba a aparecer una cara fea.
Cuando empecé a ducharme de noche, ya no me daba miedo abrir la cortina, me daba miedo la ventana.
Es que, así es la cosa, a mí me gusta ducharme con agua caliente, calientísima. Y para que el baño no se llene de vapor hay que prender el calefactor y abrir la ventana.
El tema es que, cuando corro la cortina, lo primero que veo es la inmensa negrura detrás de la ventana. Así que lo primero que hacía era cerrar al salir era cerrar ese portal lleno de monstruos hambrientos y sombras.
No se engañen, después del atardecer, ahí ya no está más la terraza con los sillones de imitación ratán y la mesa a juego, no están los perros durmiendo ni el damasco en flor. Los que suenan lo son autos y el resplandor rojo a lo lejos no es del restaurán chino.
Todo eso se va con el sol, a la dimensión de la luz. Después del atardecer, ahí se convierte en vacío, hogar de monstruos, oscuro y frío.
Pero el otro día, cuando corrí la cortina y miré la ventana, ya no me dio miedo. Y me quedé mirándola, fijo, como hipnotizada. El canto de sirena de los monstruos me llama.
No cierro la ventana, sino que me acerco y me asomo, pero cuando lo hago el mundo de los monstruos se esfuma con el haz de luz sale del baño, y cuando retrocedo, vuelve a estar ahí.
No me gusta que se esfumen porque ya no les tengo miedo, los quiero conocer. Es que las sombras tras la ventana me atraen como un imán.
No sé si los monstruos quieren ser mis amigos o me quieren comer. Pero no me importa. Igual ya nada me importa.