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«Y si el universo lo quiere
Entonces así será
Lo sabes, lo sé
Yo soy tú, tú eres yo»

—Bien chicos, como saben los exámenes finales están cerca y hoy les dejaré como tarea algo que los ayudará a prepararse, y claro que será evaluativo, antes de que pregunten —Aclaró al ver que uno de sus alumnos ya iba a levantar la mano. Yoongi y Jimin soltaron un bufido molesto, como odiaban las tareas —Deben componer una canción, lo harán por parejas, justo como están ahora. Sé que componer no es una tarea fácil así que tienen una semana para hacerlo. Espero buenos resultados, hasta mañana.

La campana sonó. Castaño y pelinegro entrelazaron sus dedos por debajo de la mesa con una sonrisita alegre en sus rostros. Quizás las tareas no eran tan malas después de todo.

Esa tarde, Jimin conocía por primera vez la casa de Yoongi, lugar donde se habían propuesto empezar con su tarea de música. Comenzaron una vez ambos estuvieron cómodos, con papel y lápiz a la mano y una bandeja llena de aperitivos frente a ellos.

—¿De qué te gustaría que tratase la canción? —Inquirió Jimin, estirando su brazo para alcanzar una galleta con crema de chocolate que llevaba ya un tiempo tentándolo.

—De amor —Soltó un suspiro, rascando su nuca y mirando el papel en blanco.

—Oh, así que eres todo un romanticón en la música —Comentó el más bajo con cierto deje de diversión, mientras relamía sus labios para quitar así las migajas.

—La mayoría de veces no, pero me gustaría escribir una canción especial esta vez, una donde describa a la perfección mis sentimientos. Busco entregar mi corazón con esta canción.

Jimin se quedó en silencio después de aquello, meditando las palabras del pelinegro.

—¿Acaso estás enamorado, Yoon? —Soltó por fin aquello que tenía atorado en la garganta.

Yoongi suspiró por segunda vez y posó sus orbes color marrón sobre las de Jimin. Pasaron segundos que para el castaño se estaban volviendo inquietantes, ya que Yoongi no le quitaba la vista de encima. El tiempo seguía pasando y el pelinegro analizaba sus facciones, admiraba sus pomposo labios que aún guardaban migajas en las comisuras, su nariz pequeñita y abundantes mejillas, sus ojos color avellana que solían desaparecer tras una deslumbrante sonrisa que podría arrebatarle al Sol su trabajo y los largos cabellos marrones que cubrían la tersa piel de su frente.

—¿Yoon? —Lo llamó cuando cinco minutos habían pasado.

—No lo sé Chim, no lo sé.

Jimin decidió ignorar entonces como su pecho se hundió de forma dolorosa y posó su mano sobre la pálida rodilla.

—Si algo te angustia puedes contarme, Yoon. Soy tu amigo y estoy para ayudarte. También me preocupo por tí, lo sabes.

—Lo sé —Y sonriendo nuevamente, comió un trozo de queso dispuesto a cambiar de tema.

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𝑆𝑒𝑟𝑒𝑛𝑑𝑖𝑝𝑖𝑡𝑦. ➺ 𝑌𝑜𝑜𝑛𝑀𝑖𝑛Donde viven las historias. Descúbrelo ahora