Código 18 - Desconocimiento

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-... Ya yo hice la comida. Toma.

Decía eso Gabriela mientras servía en los platos de metal una porción de arroz con carne de soya para cada uno. Las tajadas de plátano las colocaba en el borde del arroz, como si estuviera adornando una pestaña del plato con ellas... Y lo hacía. Esa sección del plato estaba del mismo lado en que ella colocó mi vaso de jugo de naranja. Aún aturdido, logré notar eso.

La bruma que envolvía mi mente a causa de lo sucedido hace unos días no me dejaba disfrutar con tranquilidad de las comidas. Incluso a Gabriela eso le preocupaba, o por lo menos fue así desde que me vio llorar en la habitación oculta de la casa. No se suponía que ella debiera ver ni la habitación ni mis momentos de debilidad emocional.

-... No me molesta, pero no has hablado casi en estos días. –me dice Gabriela.

-... Creo que no. –comenté, reconociendo mi comportamiento.

-... Vamos, come.

Por un momento me olvidé de la comida. Fue ella quien me recordó que debía probar nuevamente la forma de cocinar de ella y su progreso en ello. El arroz estaba ligeramente más salado de lo común, cosa que me gustaba; la carne de soya estaba pasada de caldo, pero era bien absorbido el exceso por el mismo arroz; y el plátano era cocinado con tan poco aceite que parecía ser horneado en lugar de cocido en un sartén.

-... ¿Qué pasa? –preguntó Gabriela.

-... Nada. –respondí.

-... Has estado haciendo eso estos días. –insistió Gabriela.

-¿Qué cosa? –pregunté, desconociendo aún la situación.

-Cerrar los ojos mientras comes.

Era uno de los malos hábitos que adquirí en mi niñez. Cada vez que alguien hacía algo en lo que yo también tenía habilidad, mi sentido crítico despertaba inconscientemente y juzgaba a detalle aquello que estaba observando. Eso ocurría con la programación, el modelado 3D, el desarrollo de videojuegos... y en ese momento, con la comida.

-... Es que me gusta mucho tu forma de cocinar. –respondí, luego de tragar la porción de comida que estaba probando.

-... ¿Tanto así? –preguntó Gabriela.

-... Sí. –respondí, cerrando los ojos para probar otra porción.

-... La verdad nunca había cocinado. Solo hice lo que estaba en la receta. –comentó, con su natural inexpresión.

-Más a tu favor.

Esa pequeña conversación nos disipó la amargura ligeramente, y eso se veía en mi lenta forma de comer. No se trata solo de tener habilidad para cocinar, se trata de intentar hacer algo bien. Y por como ella me observaba comer, se trataba de cocinar para alguien que necesitaba probar algo delicioso, algo que le animara el día así como le animaba el estómago.

Se trataba de poner todo el esfuerzo en algo que ayudará a otra persona. La misma Gabriela me recordó eso inconscientemente con su forma de cocinar. Ese era el empujón que yo necesitaba para intentar trabajar pese a mi falta de ímpetu. Medité en eso mientras terminaba de comer como si fuese mi último plato.

-... Gabriela, ¿podrías lavar los trastes por mí? Necesito hacer algo importante.

-... Está bien.

Me levanté y caminé directo a la EV mientras revisaba mi PP. Las 08:00 de la mañana, buena hora para comenzar mi tarea de devolverle los favores a Gabriela. Ella ha tenido que aguantarse inmerecidamente todos los problemas que me rodean a mí, y eso es algo que debo cubrir de alguna manera.

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