09. Albus y los nervios.

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Dos días habían pasado ya, y Albus aún no era capaz de encarar la realidad de lo que había sucedido en el Lago con Gellert. Iba rehuyendo como podía de encontrarse con él, justo como cuando recién lo conocía, pues sabía que ahora no podría verlo a la cara sin morirse de vergüenza.

Estás haciendo el ridículo, y lo peor es que ahora que vergüenza verlo a la cara.

De hecho, esta misma mañana le había llegado durante el desayuno, un pedazo de pergamino que lo citaba esa tarde en su lugar, en la aula vacía de la otra vez. ¿Que le diría? No podía estar evadiendo para siempre, y quizá era el momento de tomar un poco de valentía y hablar con él. Pero la verdadera pregunta que no sabría responder era:

¿Me gustó?

Aunque en el momento sintió un ligero cosquilleo en sus labios y una paz tremenda, pronto comenzaron a venir los efectos secundarios. Tras despedirse de él para entrar en su sala común, comenzó a sentir una ligera opresión en su pecho, ya no era tan lindo, era como si él mismo se recordara que eso no era apropiado y no debería repetirse, incluso había comenzado a mirar por el rabillo del ojo, buscando a alguien que lo señalara porque los viera en el lago. Le daba algo de pavor que alguien los hubiera visto y corriera la voz, sería penoso.

El caso es que ya no podía huir más, debía encontrarse con Gellert en el aula vacía... ¿acaso no había hecho cosas más difíciles ya? Solamente tenía que decirle que solo fue una vez y que quizá no era lo mejor seguir actuando de aquella manera, pero que era una persona muy interesante y había decidido seguir a su lado en la búsqueda de las reliquias, incluso un discurso se había preparado.

Venga Albus, no es tan difícil.

Dándose ánimos a si mismo, cerró momentáneamente los ojos echando pata atrás la cabeza, justo enfrente del espejo del dormitorio, inspiró levemente y después abrió un poco sus ojos, comenzando a mirarse en el espejo. Solamente tenía ganas de pasar la tarde con la nariz metida en algún libro y su preciada caja de caramelos de limón a su lado, pero no, tenía que mantener una conversación tensa e incomoda con alguien que ahora consideraba su amigo, en fin.

---¡Ey, Albus! Deberías bajar, tu hermano dice que ha recibido una carta de tu familia.---

Elphias nunca había sido nada discreto, o sigiloso, simplemente entró azotando la puerta como si nada. Aquello hizo que Albus se asustara ligeramente, dando unos cuantos pasos hacia atrás y suspirara tras pasar aquello. Su amigo lo miraba con intriga, pues aún no sabía que le sucedía a su amigo, que ahora parecía quitarse un sudor frío de la frente. ¿Y si Elphias había escuchado su discurso sobre mantener la amistad con Gellert? Se moriría allí mismo vaya.

---¿Que sucede...? Llevas días actuando como un enamorado, ayer llegaste hiperventilando y temblando casi.---

El pelirrojo por fin fue capaz de ponerse frente a él. Lamentaba haber discutido con el, pero su humor parecía no haber mejorado, solo lo hacía cuando estaba con Gellert.

---No digas bobadas, no estoy enamorado de G-- de nadie, y solo estoy un poco... estresado.--

Esperaba que su amigo no se hubiera dado cuenta de su desliz, que casi le causa una taquicardia. Comenzaba a pensar que la gente se había dado cuenta de lo sucedido, que aquella secuencia que se repetía una y otra vez en su mente estaba a la vista de todos con solo mirarlo. Comenzaba a pensar que Elphias sabía, aunque solo fuera paranoia suya.

Dio un largo suspiro antes de alzar ambas cejas y hacer un gesto con la cabeza dando a entender que no pasaba nada, dando largas zancadas a la salida del dormitorio, y bajando las escaleras rápidamente para encontrarse con su hermano casi de frente, que no parecía nada feliz de verlo, ya se imaginaba por qué en realidad.

A c c e p t a t i o n.-Grindeldore-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora