CAPÍTULO II - Fuego Azul

22 1 1
                                    

Todo le daba vueltas. Había ido a tomar algo con Tobías y Martín, empezando directamente por la ginebra. Normalmente, tras estar un rato hablando en algún bar, esperaban a que se les pasase un poco, buscaban algo de comida rápida y se iban a dormir. Pero era la víspera del primer aniversario de la muerte de su hermano y le pareció una buena idea llegar a la cama dando tumbos. Esa noche no quería pensar demasiado, además así evitaría las pesadillas.

Se arrastró hacia el colchón y se derrumbó con la ropa puesta. Como si estuviese en una canoa, se dejó mecer por los efectos ilusorios que regían sus sentidos. Un leve pitido arremetida contra sus palpitantes oídos. Pese a que el plan parecía perfecto, esperó el sueño entre oscuros pensamientos que no pudo esquivar.
Pronto no supo discernir entre el negro de la oscuridad y el de un sueño profundo. Se dejó llevar. Pero los afilados pensamientos seguían ahí, perforando su alma. Nada tenía sentido.

Una luz pareció encenderse, pues con los párpados aún bajados, pudo distinguir como el negro se tornaba rojizo tras los mismos. Abrió los ojos, y en una noche tan oscura como esa, le pareció percibir un matiz anaranjado marcando los contornos de la puerta. Una luz en el pasillo.

"Mierda. Todavía estoy borracho"
Se incorporó con una sensación de inestabilidad y contuvo una arcada. El alcohol embotaba su mente.
Un inesperado miedo lo azotó: él vivía sólo. "¿Ha entrado alguien?" Le costó incorporarse. Sentía todo el cuerpo entumecido.

Trató de moverse sin producir ruido alguno, pero su pierna izquierda golpeó algo metálico. El tenue repiqueteo le hizo contener el aliento.

"¿He dejado algo ahí? Joder, ¿qué mierda hice al acostarme?"
Aguardó en esa posición tratando de no mover ni un músculo. Intentó escuchar. Pero no podía oír nada, todo su cuerpo se quejaba de manera lastimera y el ligero zumbido aún le rondaba la cabeza. Parecía que no le habían escuchado.

"Un momento, ¿Pasos? ¿Eso eran pasos? Entonces hay alguien ahí. Joder, joder, joder..."

Presa del pánico, se lanzó al suelo y buscó a tientas algo con lo que armarse. Alcanzó un palo metálico. Trató de alzarlo, y pese a lo estrecho que era, pesaba demasiado. Debía de tener algo muy pesado en el extremo opuesto. "Eso, o el litro de ginebra de ayer."
Se mantuvo erguido tan quieto como pudo, pero era difícil. El ligero vaivén del suelo le ponía las cosas difíciles.

Pero no volvió a escuchar ruido alguno. "Mierda... Mierda..." Se levantó lentamente y se dirigió hacia la puerta. Ahora percibía claramente como la luz entraba por la hendidura inferior de la misma. "Hay alguien ahí. Espera, yo no cerré la puerta del dormitorio". Igual querían robarle sin hacerle daño. "Si, por eso habrían cerrado, sería lo más lógico. No querían que me despertarse en mitad de la faena, así que cogerán lo que encuentren y se irán."
Se desplazó tambaleante había la puerta. Lo que fuese que había en el extremo de la vara metálica que arrastraba se había enganchado en algo. Pegó un ligero tirón, y algo al extremo de la misma cedió. Un viscoso líquido se desparramó hasta sus pies. Un ruido en el pasillo le distrajo. "Vienen".
Con aquel arma improvisada entre manos, y un alto nivel de alcohol en sangre, trató de armarse de valor para confrontar al ladrón.

Pero al hallarse a tan solo a unos centímetros de la puerta, la balanza emocional que batallaba en su interior se inclinó hacia el lado contrario, y el miedo comenzó a desparramarse por su mente. "Espera, ¿Y si va armado? Irá armado casi con total seguridad. O igual son varios. No, no es buena idea. Mierda, tengo que llamar a la policía ¡Joder!"
El miedo envenenaba su mente, adueñándose de él. Sin soltar la vara metálica se aproximó a su cama y buscó a tientas su móvil. Debería estar ahí, recordaba haberlo dejado ahí. Pero no lo encontró. De hecho, había tierra y cascotes de piedra empapándose del viscoso líquido del suelo.
"Que mierda es esto... ¿Piedras? Y esto parece una bolsa de agua caliente"
A medida que se giraba sobre sí mismo, y a gatas comenzaba a palpar el suelo el miedo se convirtió en terror al darse cuenta de que no reconocía su habitación. Esta era mucho más grande, de hecho no se asemejaba ni por asomo.
Se alzó y abalanzándose desesperado sobre su cama, busco a tientas el interruptor de la luz, pero sus manos no se encontraron con la pared.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Jul 03, 2020 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

El Mar de SalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora