Capitulo I

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El hombre sin nombre.

Los ojos de Morgan se abrían lentamente, su cabeza punzaba y un extraño olor a sangre seca le causaba nauseas, no se había percatado de que se encontraba en un colchón maloliente, el color de este le indicaba que había vivido mejores épocas, recordaba haberse puesto unos pantalones de tela, una camiseta y unas zapatillas de deporte, pero ahora solo contaba con una bata color azul.

- Así que la princesita ya despertó-

Un hombre de apariencia grotesca se posó ante sus ojos, era una pared, sus grandes músculos la aterraban y se daba cuenta de que no era para nada amigable.

- ¿No preguntaras absolutamente nada? - Morgan lo miraba aterrada se sentía vulnerable, sus piernas temblaban tanto que si estuviera de pie caería al suelo de sopetón.

- Muy bien preciosa, te lo diré, estas en La Colmena-

¿La Colmena? No recordaba ese sitio, no, ella iba a la central de correos, le iba a enviar un paquete a su madre por su cumpleaños.

- Es mi deber avisarte que haces aquí, para que no tengamos complicaciones y gritos –

La sonrisa lasciva que aquel hombre le brindaba la hacía estremecer, su pecho subía y bajaba con velocidad y su corazón amenazaba con salirse de su pecho.

- Aquí metemos a las mujeres bonitas como tú, las preparamos para la subasta ¿te quedaras callada? Que cortes eres, así me dejaras terminar –

El hombre se acercó lentamente a ella, al lamer sus labios Morgan logro ver su desgastada y amarillenta dentadura, se veía demasiado viejo, quizá las drogas y el tabaco hayan causado estragos en un rostro que alguna vez pudo haber sido hermoso.

Un rose en su hombro la despertó de su ensoñación, rápidamente se apartó y aferro sus piernas a su pecho en forma de protección.

- Brian ¿cuantas veces tengo que decirte que no se toca a la mercancía?

El desconocido ahora con nombre solo rodo los ojos y se alejó un par de pasos de donde estaba Morgan, mientras que el otro hombre, igual de enorme, pero con una cara un poco más amable abrió la boca para hablar nuevamente.

- Mil disculpas, los perros nuevos son inquietos, tratamos a nuestras mujeres de la mejor forma, para que estas valgan más, aunque este hijo de puta aun no lo entiende –

Su sonrisa perversa la aterro aún más, quería salir de ahí, quería estar en la comodidad de su casa junto a Dante, su cachorro, pero no, estaba en ese lúgubre lugar sin saber nada, pero con la firme sospecha de que su pesadilla apenas empezaba.

- Creo que será bueno que le traigas de comer, está muy flaca y fea, según nuestras fuentes es virgen, trae al médico para que lo confirme, si es así ganaremos mucho dinero con esta perra –

Brian asintió y salió de aquella habitación, dejándola sola con aquel despiadado hombre.

- Quiero que entiendas una cosa primor, ahora me perteneces, no quiero gritos, ni quejas, me harás ganar mucho dinero y no quiero tener que golpear ese lindo rostro solo porque te portas mal ¿entiendes?

Morgan solo atinaba a mirarlo con sus aterrados ojos, su cabeza era una vorágine de ideas inconexas.

La cara de aquel hombre se arrugo de la rabia, blandió su enorme mano y golpeo el pálido rostro de Morgan.

- ¡TE PREGUNTE SI ENTENDISTE, RESPONDE MALDITA PERRA!

Morgan asintió repetidamente con su cabeza, llena de miedo y con las lágrimas rebozando en sus ojos.

- Así me gusta, me encantaría hacerte gemir, pero no puedo tocarte si tu futuro dueño no me lo permite, en fin... -

Este salió azotando la puerta, dejando a Morgan en la oscuridad de ese maloliente cuarto, con solo la luz de una pequeña ventana indicándole que ya era de noche.


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